La exposición Mujeres impresionistas. La otra mirada reúne, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, obras de cuatro pintoras -Mary Cassat (1844-1926), Marie Bracquemond (1840-1916), Eva Gonzalès (1849-1883) y Berthe Morisot (1841-1895)- que ni formaron un grupo ni compartieron el mismo estilo, pero aportaron la esfera de la vida privada a la iconografía del impresionismo. La exposición, que se inauguró ayer en la sala BBK, revela la atmósfera íntima de las cuatro pintoras en el siglo XIX.
El movimiento impresionista no respetaba las reglas. Su carácter revolucionario facilitó la presencia de las pintoras en sus exposiciones, pero la sociedad francesa de la época seguía relegando a un segundo plano de la vida pública a las mujeres. Ellas pintaban, pero en sus cuadros sólo podían reflejar su mundo femenino: escenas de la vida doméstica, de su intimidad y de los círculos burgueses en los que se movían.
Las cuatro artistas cuya obra se exhibe en Bilbao, y cuya aportación a la historia del arte se ha visto ensombrecida por los grandes nombres masculinos del impresionismo, nunca pensaron en exponer juntas, siguieron estilos de características diferentes y, aunque se conocieron entre sí, nunca formaron un grupo cohesionado.
La muestra Mujeres impresionistas, dividida en bloques temáticos que enfrentan las pinturas de cada autora, aspira a destacar que cada una de ellas contribuyó al proceso de innovación del impresionismo. "No tuvieron una identidad común", subrayó el comisario de la exposición, Xavier Bray, conservador del museo bilbaíno. "Cada una se relacionó a su manera con los debates artísticos y políticos de la época, pero no buscaron una identidad de grupo como mujeres pintoras".
Las cuatro tuvieron el reconocimiento de sus compañeros impresionistas y contaron con el apoyo y la guía de distintos colegas. Gonzalès fue alumna de Édouard Manet, de quien recibió una gran influencia; Morisot también tuvo una estrecha relación profesional con Manet y Renoir, y Cassat, formada en Filadelfia, trabajó con Degas. Bracquemond, de origen social modesto, contactó a través de su marido con Monet y Renoir.
El recorrido por la exposición comienza con una selección de retratos de varias de las pintoras realizados por destacados colegas del movimiento impresionista. Degas, por ejemplo, pintó a Cassat en varias ocasiones, visitando las salas del Museo del Louvre. Y Manet retrató a Berthe Morisot y a su discípula Eva Gonzalès. Esta pequeña colección de retratos que revelan los rostros de las pintoras son, según Bray, una presentación de las artistas y un punto de comparación estilística con sus autorretratos y el resto de las obras incluidas en la muestra.
Desde trayectorias e influencias diferentes y autónomas, las cuatro pintoras coincidieron, señaló Bray, al llevar a sus pinturas una temática distinta a la que cultivaron sus colegas masculinos. "Estas pintoras crean una atmósfera más íntima", destacó el comisario en la sala de exposiciones. "Tuvieron vetada la entrada a las academias de arte de París, así que buscaron la inspiración en el ambiente más cercano, y se expresaron, en general, de una forma más intuitiva, con más libertad".
Las obras de las mujeres impresionistas han sido ordenadas por temas. El primer bloque está formado por los retratos que hicieron a otras mujeres.
El segundo grupo de pinturas se agrupa en torno a escenas de tocador. "Es la visión de la intimidad de sus protagonistas directas, lejos del enfoque voyeurista que dieron a estos temas sus colegas masculinos, como Degas, que recurría a modelos y prostitutas para poder pintar escenas de intimidad", añadió Bray. En la mísma línea siguen las obras que plasman escenas domésticas, que "hicieron visible su mundo familiar", y las maternidades.
Las composiciones tomadas de la ópera y el teatro, muy abundantes en las cuatro artistas, fueron su oportunidad de pintar los únicos ambientes públicos en los que podían participar. La exposición se cierra con las escenas al aire libre, "espacios y horizontes más amplios" que sugieren su deseo de buscar "espacios de mayor libertad".
En torno a la obra de Mary Cassat
El origen de la exposición Mujeres impresionistas. La otra mirada está en la obra Mujer sentada con un niño en brazos, de Mary Cassat, adquirida por el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 1919, en vida de la artista. Se la considera el ejemplo más singular de la pintura impresionista en sus fondos y una de sus obras maestras. La pintura, una maternidad en la que el bebé que la mujer sostiene en sus brazos es el protagonista, formó parte en Bilbao de una exposición internacional que fue capital en la época para difundir la renovación de las corrientes artísticas. Alrededor de esa obra se han reunido ahora 70 cuadros de las cuatro pintoras impresionistas.
Cassat se interesó también por el grabado. En la exposición se muestra una serie de 14 estampas, realizadas con la técnica de punta seca y aguatinta, la mayor parte realizadas a partir de 1890, tras descubrir en una exposición en París la delicadeza y los temas cortesanos de las artes gráficas japonesas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de noviembre de 2001