Sentados frente al Ministerio de Educación, gritando nuestra rabia y protesta contra su mala ley, los antidisturbios no nos interesaban, no nos importaban. Nos repetíamos unos a otros: 'La policía no es nuestro enemigo, no los provoquéis'. Estudiantes libres ejerciendo nuestro fundamental derecho, centenares, quizá más del millar. Y cargaron. Y nos pegaron a todos con sus porras, con su odio. Y nos llamáis anarquistas, violentos. Y somos vuestros hijos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de noviembre de 2001