En Barcelona, la ciudad de los prodigios, ocurren cosas inexplicables. Mientras que 780 vecinos del barrio de Collserola i Penitents piden un medio de transporte público que los conecte con la red del metro y autobuses urbanos para acceder a los servicios básicos, petición que los representantes del distrito de Gràcia ignoran, la línea 995, que parece proyectada para que los turistas suban al Tibidabo, no cumple su función porque el funicular sólo funciona los fines de setmana.
¿Hasta cuándo unos vecinos que tienen una necesidad vital de transporte público deberán esperar y hasta cuándo un autobús que no cumple ninguna función subirá y bajará, casi vacío, cada 20 minutos? Paradojas de una ciudad que no sabe ver las necesidades de sus ciudadanos y que hace oídos sordos a sus peticiones. Mientras que un autobús va vacío, nosotros vamos andando.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de noviembre de 2001