A pesar de los llamamientos internacionales para que no tomaran la capital afgana, la Alianza del Norte entró ayer en Kabul provocando la huida de las tropas talibanes, que se replegaron hacia el sur. Mientras parte de la población recibía con vítores a los guerrilleros, otros muchos vivían con cierta tensión la entrada de la Alianza. Los pertenecientes a la etnia pastún ya sufrieron a principios de los noventa los desmanes de los hoy miembros de la Alianza y entonces en el poder.
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El ministro de Defensa de la Alianza, general Mohammad Fahim, y su ministro de Exteriores, Abdulá Abdulá, entraron en la ciudad seguidos por una columna de policía militar vestidos en uniformes de asalto y armados con rifles. Tras ellos desfilaban cientos de soldados de la Alianza en ropa de camuflaje y también armados. Un total de 2.000 hombres de las fuerzas aliancistas entraron al amanecer del martes en la ciudad, divididos entre fuerzas de la policía y unidades militares, ambos cuerpos especialmente entrenados para mantener la seguridad.
El ministro del Interior de la Alianza, Yunis Qanoni, aseguró ayer que el grueso de sus fuerzas permanecerá a las afueras de la ciudad. "Las fuerzas que han entrado en Kabul son sólo fuerzas de seguridad", dijo Qanoni a la televisión iraní.
Los residentes de Kabul celebraban la huida de los talibanes con música emitida a través de la radio, prohibida durante el régimen fundamentalista. Los hombres se desembarazaban de sus barbas, impuestas por el régimen.
Ayer por la mañana, cientos de residentes en Kabul alzaron sus puños al cielo y gritaron. "¡Larga vida a América!", "¡Larga vida a Masud!", en referencia a Ahmed Shah Masud, asesinado líder de la Alianza del Norte. Muchos de los habitantes salieron de la ciudad para encontrarse con los guerrilleros mientras se quitaban los turbantes y se afeitaban las barbas. Nusrat, de 21 años, exclamaba: "La gente está feliz porque son libres y se felicitan por ello".
Pero eso fue después del amanecer. Al atardecer de ayer había gente que expresaba su miedo al caos y al fantasma de una nueva guerra civil como la que ya devastó Kabul cuando fue tomada por los talibanes en 1996. Jóvenes que habían robado armas de los arsenales talibanes patrullaban las calles de Kabul arrogándose el papel de policías. Cinco paquistaníes murieron tiroteados, según confirmó la agencia Associated Press. Los cadáveres de dos árabes yacían en las calles de Kabul al lado de un lanzacohetes y un rifle.
"Que reine la calma"
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, urgió a la Alianza a permanecer fuera de la capital hasta que se lograse un Gobierno de consenso que sustituyese al régimen talibán. Ayer, Islamabad insistía en la misma idea diciendo que un solo grupo no sería capaz de llevar nunca la paz a Afganistán. "Esperamos que reine la calma y se evite la sangre", manifestó el portavoz del ministro de Asuntos Exteriores en una rueda de prensa en Islamabad. En Londres, el primer ministro británico, Tony Blair, aseguraba que la presencia de Naciones Unidas en Kabul se necesitaba "cuanto antes".
A las afueras de la ciudad, las mujeres que fueron condenadas a la nada por el régimen se mostraban eufóricas ante la llegada de los periodistas extranjeros. Los barberos no paraban de cortar barbas. Los hospitales de mujeres estaban empezando a ser limpiados y las médicos podían volver al trabajo. Cientos de personas celebraban la toma de Kabul. Un niño hacía volar una cometa, un acto también prohibido por los talibanes. Cientos de hombres armados se sumaron a las tropas de la Alianza en su camino hacia Kabul gritando desde los camiones: "¡Alá es grande!".
El ánimo entre las tropas antitalibanes era exultante. Un comandante a bordo de un tanque, el general Ezmerai, aseguraba haber hecho el mismo camino pero en sentido inverso en 1996 mientras que los talibanes avanzaban hacia Kabul. "Nunca olvidaré aquel día", dijo. "Cientos de tanques cruzando la planicie de Shomali sin ninguna moral para dar media vuelta y plantarles cara a los talibanes. Mi único sueño era volver".
Residentes en la capital informaron de que cientos de prisioneros se habían escapado de las cárceles después de que los guardias talibanes abandonasen sus puestos.
Mientras la Alianza entraba en Kabul, un dirigente talibán aseguraba que tanto el mulá Omar como Osama Bin Laden estaban "sanos y salvos". "El mulá Omar, Bin Laden y otros altos dirigentes talibanes están sanos y salvos", aseguró el dirigente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de noviembre de 2001