Desde que hace demasiadas décadas el cine fantástico se transformó en simple cine de miedo, o de terror en una mala traducción, perdió gran parte de su razón de ser para convertirse en una mínima sucesión de tópicos que una y otra vez dan vueltas sobre sí mismos. Al tiempo que pasaba a tener una popularidad, sólo alcanzada en los años treinta al comienzo de su existencia, en el mejor momento de su trayectoria.
Avalada por Francis Ford Coppola y su marca American Zoetrope, ha llegado Jeepers Creepers, la quinta película escrita y dirigida por Victor Salva, un entusiasta realizador de Serie B, que sólo ha rodado producciones más que discutibles, que ha conseguido un cierto éxito de taquilla en EE UU. Es decir, el no va más.
JEEPERS CREEPERS
Director y guionista: Victor Salva. Intérpretes: Gina Philips, Justin Long, Jonathan Breck. Género: terror, Estados Unidos, 2001. Duración: 90 minutos.
Cuenta la peripecia de una joven y su hermano menor que, al atravesar Estados Unidos por carreteras secundarias para ver a sus padres, contemplan cómo un misterioso personaje arroja un extraño bulto a un agujero junto a una iglesia abandonada llena de cuerpos y deciden acercarse a ver qué ocurre. De esta manera, se cruza en su camino un extraño caníbal inmortal, entre el hombre y el pájaro, que se desplaza por las carreteras a gran velocidad en una especie de destartalada tanqueta.
El interés de Jeepers Creepers radica en que plantea el nacimiento de un nuevo mito del cine de miedo, que viene a sumarse a los aparecidos en los últimos tiempos y que, tal como indica el final de la historia y su éxito trasatlántico, se convertirá en la primera parte de una serie cuya longitud sólo vendrá dictada por el dinero que recaude cada una de sus entregas.
Tras una atractiva, bien rodada y prometedora primera parte, que hace esperar que Victor Salva por fin ha logrado apartarse de los tópicos acumulados en sus cuatro películas anteriores, en la segunda cae de manera inexorable en los habituales del género y, como es habitual, llega a múltiples incongruencias narrativas.
Hay que señalar que los protagonistas son hermanos, para que entre ellos no pueda darse ninguna relación erótica, por mínima que sea, que distraiga del objetivo esencial, provocar miedo, asco y una cierta repulsión en los espectadores, pero también que Victor Salva logra algunas escenas bien rodadas. Frente a los inconsistentes protagonistas, Gina Philips y Justin Long, carentes de atractivo, destaca Jonathan Breck.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de noviembre de 2001