A lo largo de la historia hemos sido testigos del acoso y muerte de cristianos, judíos, musulmanes, hombres de color, activistas de los derechos humanos, israelíes, palestinos... Se ha perseguido y atacado a una persona por ser comunista, por no serlo, por ser mujer, por ser gay, por ser de otro barrio, o de otro equipo, de derechas o de izquierdas, etcétera.
Últimamente vengo escuchando, en relación con estos crímenes, expresiones como 'víctima inocente' o 'asesinato selectivo', que a mi juicio encierran una profunda perversión de la conciencia. Porque al aplicarle a una víctima el calificativo de 'inocente' damos por supuesto que hay víctimas que no lo son, y que en algunas circunstancias resulta legítimo el uso de la violencia e incluso el asesinato (cuando no es indiscriminado).
Supongo que así deben pensar también los Bin Laden de nuestro mundo. Todas esas personas cuyos discursos amparan guerras y atentados, torturas y bombardeos, minas antipersona y daños colaterales. Personas que invierten sumas fabulosas en comprar y desarrollar artefactos cuya única utilidad es matar y destruir. O que magnifican el asesinato de unos mientras ignoran el genocidio silencioso de otros, que, atrapados en una suerte de globalización paralela, sufren todos los perjuicios del capitalismo sin participar de sus beneficios. También ellos son víctimas del miedo y la incertidumbre ante los desastres climáticos, económicos y sociales provocados por el consumismo de unos pocos privilegiados, que son los que más tarde calificarán de inocentes únicamente a las víctimas hermanas.
Curiosa y cruel forma de encarar la muerte según a quien afecte. Y paz lejana y difícil mientras los dirigentes del mundo entero se den la mano en la hora de defender un solo asesinato, y continúen ignorando al mismo tiempo el drama y la injusticia que suponen todos esos millones de muertes evitables.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de noviembre de 2001