Quien piense que la música de raíz africana es todo bullicio y jolgorio es que no ha escuchado a Abdullah Ibrahim. Cierto que para el pianista de Ciudad del Cabo la tradición del continente madre es fundamental, pero él prefiere interpretarla a su manera para intentar el más delicado todavía. En Madrid superó ese desafío con holgura, estirando el concierto hasta las dos horas de duración.
Fue el suyo un protagonismo inquietante de puro relajado, sumido en una especie de somnolencia activa que rara vez le dejó pasar del pianissimo. Anclado en ese superlativo próximo al silencio, creó atmósferas místicas, repletas de pausas casi embarazosas y melodías que alternaban el arrullo de la nana con el drama del rezo. Ibrahim dedicó la primera mitad y buena parte de la segunda a sus propias composiciones, construidas en clave de folclorismo ilustrado, y el resto, a las de sus referentes más queridos, Duke Ellington y Thelonious Monk. Después, su excelente sección rítmica entraba conteniendo la respiración para no derribar el vaporoso castillo armónico que levantó.
Abdullah Ibrahim trío
Abdullah Ibrahim (piano), Beldon Bullock (contrabajo) y Sipho Kunene (batería). San Juan Evangelista. Madrid, 15 de noviembre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de noviembre de 2001