Mohamed Charef ríe. Afirma que durante los dos últimos años ha vivido 'como en una prisión'. Es un obrero de la construcción que ha trabajado en la masión que tenía en Kandahar el mulá Omar. Mohamed asegura que ha descubierto que Omar no es el 'comendador de los creyentes' que él había imaginado. 'Es un salvaje', asegura.
'Se construyeron ocho mansiones para él y las personas cercanas. Y una bellísima mezquita para que rezaran Omar y sus amigos', relata. Pero algo difería de las normas comunes de la construcción. 'Los muros debían ser muy anchos. Hubo que construir un complejo de túneles y galerías en la colina que había frente a la casa. En sus visitas, Omar no se ocupaba de estas cosas, sino de la decoración. Nos hizo pintar su mansión hasta cinco veces porque no le gustaba el color de las paredes', cuenta. Mohamed dice que el 11 de septiembre Omar hizo salir de la ciudad a su familia 'y a cinco vacas' a bordo de un camión. No sabe a dónde fueron. Al día siguiente, Omar convocó a los obreros y les dio media hora para marcharse. Mohamed recibió su salario algunos días más tarde.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de noviembre de 2001