Leo en su periódico que los comerciantes de Torrevieja, ante la falta de seguridad, trabajan de día y patrullan las calles por la noche. ¡Qué rabia y qué impotencia! A mi hijo Daniel le acaban de asaltar seis chorizos menores de edad, a plena luz de la tarde, en pleno centro de Alicante, lleno de gente que pasaba por ahí -y que no hizo nada-, en las puertas de una conocida tienda concurrida por chavales en busca de cómics, cromos, juegos... El señor de los anillos y Harry Potter le han salido caros. El botín: mil pesetas, una cazadora de marca, el carné de identidad y, sobre todo, miedo, sorpresa y humillación.
No es nada del otro mundo. Es quizás lo menos malo que le puede ocurrir a nuestros hijos (a mí también me ocurrió algo parecido a su edad). Y seguro que, a la vez, se estaban produciendo otros tantos atracos similares, con víctimas infantiles, en cualquier parte de la ciudad. El abuelo, el nieto y yo estuvimos patrullando la ciudad, como si de tres Torrentes se tratase, vigilando las rutas habituales, los lugares posibles, antros y garitos, más por tranquilizar nuestra conciencia que por tener esperanzas de encontrar a los angelitos valientes. Además, en caso de encontrarlos, ¿qué hacer? He cursado la correspondiente denuncia -el trato de la Policía, perfecto, profesional, impecable-, sabiendo que es difícil que pueda conseguirse algo, pero que es lo que hay que hacer.
Lo peor (¿o lo mejor?) de todo: Daniel, a los trece años, acaba de perder -de verdad- la inocencia y se ha dado de bruces con la desconfianza. Ya es adulto. Desde ahora, cada vez que vea a un igual, tendrá sospechas, y cada vez que vea a alguien con una cazadora como la suya pensará si no ha tenido que ver con el asunto. Son las secuelas colaterales. Trato de explicarle y explicarme las difíciles relaciones entre libertad y seguridad. Acordamos que todo seguirá igual, que no hay que quedarse en casa, que hay que salir, y saber que estas cosas pasan, que entre libertad y seguridad a cualquier precio elegimos lo primero. Y que ahorraremos para comprar otra cazadora, qué se le va a hacer. Cosas de niños que se harán hombres.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de noviembre de 2001