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FÚTBOL | 13ª jornada de la Primera División

Mal menor para el Barcelona

A los azulgrana les faltó pegada para batir al Las Palmas, sólido en la defensa y que se manejó especialmente bien en el primer tiempo

En un partido poco productivo, bien defendido y mal atacado, Las Palmas y Barccelona aceptaron el empate como un mal menor. Por la alineación que dispuso, un punto es poca recompensa para los azulgrana, que una vez más echaron en falta el gatillo de Rivaldo, que se quedó reposando en Barcelona. Tampoco se sintió dichoso el equipo canario, que después de voltear al Real Madrid y al Celta, no pudo meterle un gol al Barça. A uno y otro equipo les faltó personalidad y pegada para decidir cuando tuvieron el encuentro dominado.

Las Palmas meció tan bien el partido en el inicio que el Barcelona se durmió tal que fuera un bebé. Por un largo rato, volvió el futbolín azulgrana, el juego plano, falto de dinamismo y profundidad. Una suerte para el equipo canario, muy contundente atrás y festivo en ataque, sobre todo por la jovialidad de sus referentes ofensivos, Jorge y Rubén, y la vitalidad de Tevenet, al que el árbitro le negó un penalti por una zancadilla de Frank de Boer. No es que el alegre serpentear amarillo desubicara a la zaga barcelonista, pues el caudal ofensivo fue escaso en una y otra portería. Ocurría, sin embargo, que el Barça se perfilaba únicamente por el flanco izquierdo, donde Overmars era marcado implacablemente por el linier, que ante la duda siempre levantó la bandera del fuera de juego.

Los azulgrana se hacían notar sólo en las faltas y en sus protestas, una actitud que le costó la tarjeta amarilla a Luis Enrique y poco después a Cocu. No podía el Barça romper en la divisoria y conectar con Kluivert y Saviola, abandonados en campo ajeno. La única vez que en que Luis Enrique combinó con el argentino, Nacho González se arremangó para neutralizar el remate del asturiano.

La desaceleración azulgrana ayudó al Las Palmas a desplegar su fútbol cansino, próximo al suramericano, a veces más embriagador que solvente. Al plantel de Vázquez le faltó una punta de agresividad y tirar el último pase para que el marcador expresara su superioridad en la cancha. El Barcelona pareció espabilar tras el descanso o, cuanto menos, propuso un nuevo partido para acabar con la modorra.

El choque se revolucionó y el balón pasó de un campo a otro sin parar y a veces también sin criterio. El desgobierno impedía cualquier pronóstico con tino. El encuentro se puso de tal manera que resultaba una quimera apuntar el ganador. Igual podía marcar Saviola que Rubén. O vete a saber. Rexach retiró a dos delanteros (Overmars y Kluivert) por dos medios (Gabri y Rochemback) y cedió el protagonismo a Saviola, que tuvo el gol en la punta de la bota derecha. Especialmente diligente en el uno contra uno, Nacho González respondió de nuevo con acierto y mantuvo a su equipo en la refriega. Los porteros ayudaron lo suyo a mantener el empate en un final de partido muy abierto y trepidante en contraposición al arranque. Tanto los barcelonistas como los canarios se entregaron en busca de un gol que se les negó pese a que los entrenadores utilizaron prácticamente todos sus recursos ofensivos. Fracasó el Barcelona en su intención de dar un golpe de efecto, pero mantuvo su imagen de equipo compacto y difícil de batir contra un adversario que en su feudo parece inaccesible.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de noviembre de 2001