Tertulia religiosa en la Cope: bien dicha pero con errores: las revoluciones trataron de disolverla y han caído. No hay revolución antifamiliar: una pretendió el amor libre, y se lo ha dado el capitalismo. La otra es lo que llaman el designio de trocear la familia por el derecho al voto de la mujer, y la reducción de la mayoría de edad de la doctrina, añado, era la de Franco: voto único del 'cabeza de familia'. Esta división que permite ideas distintas en el grupo único es de la democracia capitalista y, superiormente, cristiana. En Francia, la izquierda se oponía al voto de la mujer y la Iglesia lo exigía. Famosa disputa de Lacordaire, SJ, con Proudhom, socialista: para éste, la mujer estaba en manos de la Iglesia y votaría con el confesor contra su clase obrera.
Así fue: en España, la república de izquierdas le dio el voto y en las primeras elecciones la mujer votó al católico Gil Robles: vio la mujer lo que pasaba, y en las segundas se lo dio al Frente Popular. La democracia oligárquica -no es una contradicción- organizó esta sociedad troceada para su conveniencia: el trabajo de la mujer y su independencia laboral sin maternidad -anticonceptivos- es rentable, y los bancos, célula primaria de la oligarquía, lo saben, y cómo la supuesta propiedad de la familia los ha elevado como nunca, y ha reducido el precio del trabajo, de la misma forma que el troceamiento en edades -la juventud tarda en entrar en la vida laboral, alucinada por unos títulos académicos sin salida; y la jubilación se anticipa- ha dejado el trabajo a la clase de edad del poder y a la maquinaria ideada para suprimir mano de obra, no para mejorar la calidad. La máquina forma parte de la familia. El troceamiento, al que yo llamo fragmentación cuando escribo de eso, consigue que las clases sociales se dividan en sexos, edades, autonomías, idiomas, placeres distintos.
Los chicos huyen de las casas por los restos del páter familias dictador y por la doctrina de la televisión, se van a la calle y gritan para los que aún encerrados estén deseando seguirles. Se manifiestan contra la ocupación letal católica universitaria de la ministra conversa, como si la Universidad pudiera ser libre dentro de una pocilga mental: el problema es el de un todo social. La oligarquía capitalista democrática concedió la píldora, el condón, el trabajo femenino, la casa a plazos, el divorcio, el aborto y está lanzando las parejas de hecho para apropiarse de todo ello. Todo lo justo y bueno lo hace ella para explotarlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de noviembre de 2001