En un artículo publicado por EL PAÍS el 9 de noviembre, Gabriel Tortella nos obsequia con la fórmula mágica para acabar con la pobreza y el subdesarrollo económico en el mundo. Pobreza de la que Tortella responsabiliza a los propios países pobres. De ese modo, los países ricos podrán conciliar el sueño con la conciencia tranquila.
Dicha fórmula mágica consiste, básicamente, en dos medidas de carácter negativo. Una, para los países pobres; otra, para los ricos. Para los primeros, menos natalidad: malthusianismo puro y duro. Para los segundos, un poco más de libre comercio: los países ricos deberían reducir su proteccionismo, abriendo sus fronteras a los productos de los países pobres, especialmente a los productos agrícolas, en un acto de altruismo desinteresado. Con menos población y más exportaciones, los países pobres empezarían a romper el círculo vicioso de la pobreza y el subdesarrollo. Una teoría demasiado simplista para todo un catedrático de historia de la economía. Una teoría que no tiene en cuenta lo que ya señalaba el profesor José Luis Sampedro, allá por las décadas de los sesenta y de los setenta, cuando aún no se hablaba de globalización de la economía, que el desarrollo y el subdesarrollo son las dos caras de una misma moneda. Que el uno no se puede explicar sin el otro. En fin, una teoría, la de Tortella, que no tiene en cuenta que la pobreza y el subdesarrollo son el producto lógico de un orden económico mundial radicalmente injusto, impuesto desde el centro del sistema a la periferia del mismo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de noviembre de 2001