Protagonizada por un grupo de acróbatas de suburbio, de orígenes plurirraciales que poco tienen que ver con el francés del terruño; producida y escrita por el hábil Luc Besson y, en sustancia, peripecia destinada a los sectores más jóvenes de los que hoy van al cine, Yamakasi es una astuta operación de marketing, la enésima confirmación de lo que, en un luminoso libro publicado hace ya 20 años, afirmaba Noel Burch sobre el cine francés: que, desde sus orígenes, ha tenido muy en cuenta quién va a verlo. De ahí su palmario populismo, su escaso interés por la figura del defensor del orden, mucho más vituperado, en el cine francés y en esta película, de lo que suele ser norma.
Y de ahí, en fin, el imparable éxito comercial de un filme pensado, ante todo, para públicos que conocen a los acróbatas Yamakasi (ya vistos en cine, por cierto, en Taxi 2, no por casualidad, otra producción de Besson) desde que surgieran, hace diez años, por calles y edificios parisinos. Lo de menos es lo de más: una intriga de telefilme de sobremesa, actores a los que dada su condición de no actores no se les puede pedir más; policías más malos, en todos los sentidos, de lo permitido y acrobacias que dejan en evidencia lo lejos que estamos en espectacularidad de la primigenia carpa circense.
YAMAKASI
Director: Ariel Zeitoun y Julien Seri. Intérpretes: Maher Kanoun, Bruno Flender, Afida Tahri, Anel Djemel, Nassim Faïd, Abdelkrim Bahluol. Género: aventuras criminales. Francia, 2001. Duración: 90 minutos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de noviembre de 2001