Londres tiene un alcalde unitario desde 2001, pero la gestión del 95% de las calles y carreteras es competencia de los 33 municipios de la ciudad. La descentralización administrativa fomenta el caos y sucesivos intentos de coordinación han dado resultados vanos. Las obras en un mismo tramo de calle pueden prolongarse meses y meses. No es la excepción, sino la tónica habitual que soportan los londinenses.
Tampoco hay un solo culpable de tan frecuente inconveniente. Las compañías de electricidad, agua y gas, las operadores de cable y teléfono, así como los distintos ayuntamientos, taladran un mismo tramo de calle un mes sí, un mes no.
Antes de la elección del alcalde, las compañías de servicios y las diversas autoridades locales dieron su respaldo a un programa para coordinar el trabajo en zonas públicas de la capital. El acuerdo era voluntario, la información se demoraba y el experimento fracasó estrepitosamente.
La Asamblea de Londres ha retomado la idea en un intento de garantizar a peatones y conductores simultaneidad en las obras subterráneas. Poco ha avanzado y su esfuerzo se centra, de momento, en procurar un acuerdo entre los 33 ayuntamientos y las principales compañías de servicios.
Para aliviar la situación distribuye entre los medios de comunicación partes semanales en los que facilita información puntual sobre el estado de carreteras y calles.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de noviembre de 2001