El lodo se ha tragado 34 vidas y ha dejado más de 50 desaparecidos en la rudimentaria mina El Pescador, en Filadelfia, en la provincia colombiana de Caldas. Bajo toneladas de fango yacen familias enteras que hurgaban la tierra en busca de una pepita de oro. Muchas de las víctimas quedaron atrapadas en una segunda avalancha, cuando trataban de rescatar a sus compañeros enterrados en el primer derrumbamiento.
'Ya advertimos del peligro, y estábamos pensando en desalojar la mina', dijo William Noreña, secretario de gobierno de Filadelfia. En la mina, situada a orillas del río Cauca, había un acuerdo según el cual el dueño permitía entrar a recoger mineral durante tres horas, los miércoles y jueves, a quien quisiera excavar.
Muchos de los improvisados mineros eran campesinos desplazados de sus tierras. 'Ante la Navidad, mucha gente iba por allá, y familias enteras buscaban ganar dinero con unos gramos de oro', explicó un vecino de Filadelfia.
Mientras continuaban las labores de rescate, en Irra, pequeña aldea cercana a la mina, se preparaba ayer el sepelio colectivo de 17 de las víctimas. 'Mi hermano no tuvo tiempo para correr', explicaba Jaime, de ocho años, mientras cavaba la tumba para su hermano, dos años mayor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de noviembre de 2001