Corred la voz: los maltratadores no son hombres de pelo en pecho, ejemplares admirables de mucho temperamento, más chulos que un ocho. Son piltrafas miserables a los que hay que desprestigiar porque disimulan su propia pequeñez sometiendo física o mentalmente al más débil.
Con la sangre aún caliente en Tuéjar nos hemos juntado unos cuantos 'plumillas', algunos con responsabilidad a la hora de decidir qué es y cómo ha de darse una noticia, por ver si deberíamos hacer algo además de contar lo ocurrido. Se nos pide participar en una lucha sin cuartel en la que no se puede ser 'neutral', y para la que disponemos de un arma poderosa. Sin miedo: tomar partido ético por los derechos humanos. Porque los medios actúan de foco de muchos vatios sobre un fenómeno ya un poco más conocido, pero que todavía se desarrolla en la penumbra de la 'intimidad familiar' (la consternación en Los Serranos es significativa).
Airear este tipo de terribles sucesos en la prensa, radio y televisión tiene el peligro del tinte amarillo, incluso cayendo en la trampa de justificar un presunto 'crimen pasional'. Según como se expliquen las cosas, podemos inducir a 'comprender' y compadecer al verdugo más que a la víctima , igual que el obispo predica la 'virtud' de perdonar y no buscar culpables , olvidando que si su deontología profesional le obliga a absolver al ¿arrepentido?, la dignidad humana reclama a gritos justicia y prevención.
Muchas sufren el drama en casa, pero todos tenemos un problema social y hay que acabar con él. No riais los chistes que frivolizan la violencia, ni mireis para otro lado ante las amenazas. No deleguéis la lucha en las feministas. Corred la voz por la igualdad y contra el cobarde en la peluquería y la fábrica, el mercado y la consulta, el estadio y la cooperativa.
Y si podéis, pregonadlo hoy en la calle: por ejemplo, en la plaza de la Virgen de Valencia a las 12 en punto. En esta batalla no debe haber colores políticos. Sólo el negro del luto y el blanco del lazo. Basta ya.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 25 de noviembre de 2001