"No se ha publicado todavía ningún trabajo que demuestre que se ha aplicado con éxito la técnica de transferencia nuclear en humanos". La sentencia, inteligible solo para entendidos, la escriben en la revista electrónica Journal of Regenerative Medicine, José Cibelli, Robert Lanza y Michael West, investigadores de Advanced Cell Technology (ACT), la compañía que ha clonado el primer embrión humano. En esencia, viene a decir que han conseguido reproducir los primeros pasos llevados a cabo para engendrar a Dolly, el primer mamífero clonado de la historia, cuyo nacimiento se anunció en 1997. Y que nadie lo había conseguido hasta la fecha. Es muy probable que antes que ACT otros lo hayan intentado, aunque seguramente sin éxito. Y es muy probable también que nadie, con anterioridad, se haya atrevido a emplear una técnica perfectamente descrita por Ian Wilmut y sus colegas en el Instituto Roslin de Edimburgo (Escocia) por temor a una tormenta ética de enormes proporciones. Sea como fuere, ACT sí se ha atrevido. La idea empezó a tomar cuerpo a principios de año cuando directivos de la compañía consultaron a expertos en ética, biología y reproducción asistida, entre otros, sobre la oportunidad de iniciar un trabajo de estas características. Como relatan en la última edición de Scientific American, la revista de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias, los expertos no encontraron objeciones, por lo que desde ACT se inició el reclutamiento de voluntarios. 12 mujeres de 24 a 32 años, todas ellas con al menos un hijo biológico, se prestaron al experimento. Tras ser estimuladas hormonalmente, en julio de este año se les extrajo unos diez óvulos de media a cada una. Tras los análisis pertinentes, quedaron 71 óvulos de siete voluntarias.
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Lo que debía hacerse con esos óvulos estaba claro desde que James Thomson, en Wisconsin, demostrara que es posible extraer y cultivar con éxito células madre de origen embrionario. Pero antes de llegar al punto actual, ACT, experimentó con quimeras. Así, anunció en 1998 que había fusionado el material genético de células humanas en óvulos de vaca. Lo que técnicamente resultó ser un embrión no viable, sirvió a la empresa para ganar experiencia y preparar el salto. Biotransplant, competidora norteamericana, hizo lo mismo con cerdos. Por su parte, la suiza Novartis investiga desde hace años los efectos de genes humanos transferidos al genoma de cerdos con el objetivo de humanizar sus órganos para trasplante. En todos los casos el objetivo adicional era, y continúa siendo, comprobar hasta qué punto el genoma humano puede ser activado o modulado por material de otros animales. El resultado de todas estas investigaciones ha llegado, curiosamente, al punto de partida. En 1997, cuando Wilmut anunció el nacimiento de Dolly, señaló que "en ningún caso" la clonación debería emplearse para fines reproductivos. El objetivo, añadió, era favorecer la producción ganadera, la obtención de fármacos en animales y unos enigmáticos usos terapéuticos que nadie alcanzó a ver en esos momentos. Un año más tarde, desde Wisconsin se aclararía el concepto de clonación terapéutica, entendida como la obtención de embriones clónicos para la extracción de células madre. Mientras, se ha comprobado que la clonación con fines reproductivos en animales ofrece muy pobres resultados y que el nivel de malformaciones y abortos espontáneos es extraordinariamente alto. También se ha visto que el trasplante de un cóctel de células madre puede desencadenar tumores.
Pero resuelta la técnica para la obtención de embriones clónicos humanos, y vistos los pobres resultados se están obteniendo con células madre adultas, o las dificultades legales y éticas para emplear embriones sobrantes de fertilización in vitro, desde ACT se propone ahora una nueva fuente de materia prima. ACT se basa, al fin y al cabo, en "bolas de células" formadas por seis unidades como máximo que no alcanzan todavía, al menos así lo creen algunos expertos, la categoría de embrión. Se trata, como mucho, de un pre-embrión no fecundado. Aunque bastarían un par de días para ser un embrión "de verdad" e implantarlo en el útero de una mujer.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de noviembre de 2001