Inteligencia, respeto y diversión forman un solo conjunto posible e indivisible
El botellón no es otra cosa que una acción terrorista permitida por las autoridades competentes que, basadas en el respeto de unos derechos y una democracia trasnochada, no ejerce métodos contundentes para poner fin a los abusos de unos pocos que jamás llegarán a ser futuro ni para ellos ni para quienes les permiten dichos abusos.
¿Cerrar bares?, ¿no será mejor cerrar las calles?, ¿cómo cerrarlas? Es fácil, cuerpos policiales hay muchos, uno de ellos el de Antidisturbios, palabra que significa eliminar los disturbios causados por, en este caso, los que perturban el descanso de los niños, enfermos, ancianos y personas que tienen que trabajar o simplemente desean ver su programa favorito en televisión sin interferencias.
Si se utilizara el mencionado cuerpo antidisturbios, el vandalismo y la suciedad desaparecerían e incluso los robos a comercios y asaltos a los que gustan de pasear y disfrutar la ciudad y la noche sin necesidad de comportarse como energúmenos de clase bien quedarían igualmente mermados.
Ahora bien, si utilizar estos medios de los que dispone el Estado es más caro que utilizar una cuadrilla de limpieza que brilla por su ausencia; si, como está claro, la economía se antepone al bienestar social que conlleva bienestar cultural de la mano de la convivencia en paz de unos y otros, ¡adelante!, doy mi bendición a la situación actual que debe ser la correcta y yo debo de estar equivocada y necesito que alguien me muestre la verdad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de noviembre de 2001