El Athletic ganó, pero se presentó en Toledo sin brazos, sin piernas, y, desde luego, sin cabeza. Por eso necesitó 120 minutos para vencer a los puntos después del empate a dos en el tiempo reglamentario. Podría haber sido distinto si Tiko, aún con ventaja en el marcador y muy pocos minutos para el final, no hubiese fallado completamente solo, pero falló. Y Juli, en la jugada siguiente acertó. Prorroga. Más tedio sobre el tedio, pero con emoción, eso sí.
Y es que el equipo bilbaino se limitó a reducir el campo al estrecho carril de un lateral, eliminando cualquier idea y esperando a que la pelota tomara sus propias decisiones sin que nadie se atreviese a gobernarla. Nadie. Porque la verdad es que tampoco los manchegos, un grupo guerrillero con etiqueta de Segunda B, hicieron grandes cosas. Ponerle ganas, correr, mover un poquitín con timidez el balón en el centro del campo y confiar en la habilidad de su volante derecho, Robert, y de sus dos puntas, Revilla y Servulo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de noviembre de 2001