Policarpo Franco, de 84 años, ha sentido la llamada de Cupido y, sin resistirse a la mirada limpia de una joven dama de 20, ha querido fugarse del asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de León para terminar sus días en los brazos de su amada. El anciano, con el petate a la espalda, salió a hurtadillas del asilo para consumar el que consideraba sin duda su último matrimonio. A sus puertas le esperaba ansiosa su joven novia, a la que conoció hace meses en sus paseos vespertinos, pero, también agazapados en un rincón, les vigilaban agentes de la policía de barrio y la familia del jubilado, que abortaron el idilio de la pareja y recondujeron la situación de la mejor manera posible. Durante varias semanas, el anciano, que sólo puede caminar asistido por muletas, se sintió prendado por la atención que le prestaba una joven 64 años menor que él, a la que, según personas próximas, seguramente ofreció su pensión de por vida y un suspiro a cambio de su compañía.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de noviembre de 2001