Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Reportaje:

La cruz de Miró i Ardèvol

Rifirrafe con sordina por la retirada de un crucifijo del salón de plenos municipal

En el Ayuntamiento de Barcelona falta una cruz. No en sentido figurado, sino en el literal: el equipo de Gobierno retiró hace unos meses un pequeño crucifijo que estaba colgado en la parte superior del salón de plenos. La versión oficial es que se halla en proceso de restauración. Será verdad o no lo será, pero Josep Miró i Ardèvol, concejal de la oposición convergente, mucho teme que no y que la cruz ha sido retirada para siempre.

"Estoy preocupado porque a lo largo del tiempo me han dado explicaciones diferentes", asegura Miró i Ardèvol, tras insistir en que no tiene intención de convertir el asunto en un conflicto y que, simplemente, espera la evolución de los acontecimientos.

Mientras espera y desespera, ha escrito una carta al alcalde, Joan Clos; ha hablado del asunto con el concejal socialista Albert Batlle, y también con su compañero de oposición, el popular Santiago Fisas. Todo en vano.

Miró asegura que no fue él el primero en reparar en la ausencia del símbolo cristiano. Una concejal del Partito Popular le comentó el hecho. Él miró y vio allí la sombra de la ausencia.

Fue eso la pasada primavera. De inmediato pidió explicaciones al alcalde por carta.

Opina que se trata de la vulneración de un pacto no escrito que se produjo durante la época en que era alcalde de Barcelona Narcís Serra. Resulta que en el salón de marras hay elementos para todos los disgustos. A unos no les gusta el crucifijo, a otros el retrato de una reina pasada y hay quien cree que la alusión en una placa al general Narváez, que ordenó bombardear Barcelona, es poco afortunada. Así que los grupos salidos de las primeras elecciones democráticas se aprestaron a proponer modificaciones del decorado que hubieran salido por un potosí, en una época en la que en las arcas municipales no había ni un duro.

El resultado fue una propuesta de Serra: lo que estaba, estaba. En adelante sería considerado como una escenografía sin valor simbólico, sólo recuerdos del pasado que se fue y que, esperaban, no había de volver.

"Clos", insiste Miró, "ha roto el pacto y lo ha hecho por el lado que representa a sectores más amplios. No toca nada más y quita un crucifijo", dice, tras precisar que España no es un Estado laico: "Sólo es aconfesional".

El concejal de CDC asegura que la primera vez que preguntó le respondieron que al Cristo se le había roto un brazo y había sido llevado a arreglar. Luego le comentaron que, simplemente, lo habían quitado. Más tarde, alguien le llevó, asegura, un mensaje: ¿qué le parecería instalar el crucifijo en la capilla municipal? Le parece fatal porque "allí ya hay bastantes crucifijos".

El grupo de CDC no piensa plantear batalla por este asunto, aunque algunos de sus concejales coinciden con Miró en que el equipo de Gobierno ha actuado de una forma vergonzante al no anunciar la retirada de uno de los símbolos. "No hay que convertir esto en una guerra", dice uno de ellos, pero "Clos no puede hacer lo que le de la gana con la memoria colectiva".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de noviembre de 2001