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Un consejo de administración bajo sospecha

Muchos de los inversores que el miércoles vieron cómo la acción de Enron se desplomaba un 85% aún deben de estar preguntándose cómo una de las compañías de moda de Wall Street hasta bien entrado este año está a punto de protagonizar la mayor, y más rápida, bancarrota de la historia.

Enron pasó de ser el primer intermediario del sector energético a una compañía en crisis bajo la supervisión de un consejo de administración compuesto, entre otros, por consejeros supuestamente independientes que, sin embargo, establecieron en algunos casos inusuales lazos financieros con los altos ejecutivos de la compañía, según expertos en supervisión empresarial.

Enron concedió a siete de sus 14 consejeros contratos de consultoría, ventas para sus negocios y donaciones para sus instituciones sin ánimo de lucro. En el grupo de beneficiarios se encuentran tres miembros del comité auditor. Entre ellos, John Wakeman, antiguo líder de la Cámara de los Comunes británica. Enron le dio un contrato de consultoría de 72.000 dólares anuales. John Mendelson, presidente del Centro contra el Cáncer MD Anderson en Houston (EE UU), ha recibido para su asociación donaciones por 657.900 millones de dólares en los últimos cinco años.

La misión del consejo consiste en proteger los intereses del accionista vigilando la gestión de los directivos. El Consejo de Inversores Institucionales de Estados Unidos, organismo que representa a los fondos de pensiones, establece que dos tercios de los miembros del consejo de administración sean independientes de los responsables de la gestión de la compañía.

"Para estar en un consejo tienes que ser sociable, pero esto parece más bien amiguismo", indicó Allan Cleveland, consejero de un fondo de pensiones de New Hampshire accionista de Enron.

El caso de Enron es "la mejor prueba de la necesidad de una mayor supervisión de los datos financieros de las compañías que están en Bolsa", indicaba ayer The New York Times.

El rápido declive de Enron se centró en una serie de operaciones para desviar activos y deuda de sus libros de contabilidad a través de socios. Algunos inversores se han quejado de que los informes financieros de Enron eran tan opacos y complicados que, en ocasiones, eran imposibles de descifrar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de noviembre de 2001