Volvió a la serie de Ibermúsica la Filarmónica de Viena, una leyenda y, al mismo tiempo, una espléndida realidad. Y lo hizo, bajo la dirección del maestro Ozawa (Manchuria, 1935) y con dos grandes obras de Johannes Brahms: el pimer concierto pianístico y la segunda sinfonía, ambas escritas en la tonalidad de re, aunque la primera en modo menor y la segunda en mayor. Parece que esta temporada retorna Brahms a los programas con renovada potencia y asiduidad. Está bien, pues pasó el tiempo de los desvíos tras la gran entrada del hamburgués en la España de comienzos del siglo pasado. Eran días en los que París imponía sus gustos e influencias y así vemos que mientras Arbós había programado con la Sinfónica, entre 1904 y 1915, siete títulos brahmsianos, cuando Falla y Turina retornan de París puede producirse la amable bronca de don Manuel a Salazar por sus elogios al hamburgués y el ninguneo de Turina en la Enciclopedia de la Música.
Lo cierto es que el genio de Brahms y su actitud "progresiva", al decir de Schönberg, forman el repertorio más amado por la filarmonía mundial. Y si suena en una formación como la vienesa y con un maestro como Seiji Ozawa, entre japonés, europeo y americano por formación y hábitos, queda garantizada la categoría de las versiones, cualquiera que sea la última idoneidad que, a juicio de cada cual, posea para estos mensajes íntimos, melancólicos sin llanto pero con infinita tristeza, o gallardamente heroicos. El piano de Brahms es un formidable capítulo en la biografía del instrumento más querido y practicado y el intérprete de ahora, el vienés Stefan Vladar, posee una técnica dominadora, un sonido capaz de desafiar al de los filarmónicos y una lógica expositiva que sin entregarse a lo espectacular tampoco lo desdeña. Un gran concierto, rubricado por algunas páginas de los célebres fin de año en la capital austriaca. Y una nueva ocasión para ovacionar a uno de los buques insignia del sinfonismo europeo: ciento cincuenta y nueve años lo contemplan.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de noviembre de 2001