La mejor canción de amor de John Lennon y Paul McCartney, por dar cuerda a la maravillosa equivocación de Frank Sinatra, la escribió George Harrison, a quien ayer tumbó el cáncer doblando su leyenda. Para Sinatra, Something, era la más bella canción de amor hecha en los últimos 50 años, y en consecuencia no la podían haber escrito sino esos dos animales que tanto eclipsaron a Harrison. Es posible que no fuera el más brillante de los Beatles, pero sí su principal guitarrista y, como demostraría el tiempo, el ex beatle más fiel a los Beatles. De hecho, esa canción que Sinatra atribuía a los compositores oficiales de los Beatles ya pertenecía a la época póstuma del grupo. La sugestiva imagen de aquel disco que compró mi hermano, con Harrison cruzando el paso de cebra de Abbey Road con ropa vaquera siguiendo una fila india imposible tan sólo era una luz muerta. Ya no se correspondía con la realidad. Cada uno iba a su bola. El disco era un compendio de aportaciones individuales, y en esa coyuntura quedaron al descubierto las aptitudes compositivas de Harrison. Something se nos metió hasta la médula, aunque entonces no sabíamos que se trataba de una canción de amor, pero sí adivinábamos que sólo desde el amor se podía construir una canción como ésta. Harrison fue sobre todo el más discreto y espiritual de ellos. Fue a quien peor sentó la espuma del éxito, el que se refugió en su propia profundidad para mantener el equilibrio y defender la música del alboroto. Él llevó a la India al resto de la banda y él sería quien pondría en el mapa a Bangladesh y su drama, el que abriría el camino de los conciertos benéficos para ayudar a combatir el hambre en las zonas más deprimidas del mundo. Y el que nos dejó el salmo My sweet Lord, con los coros todavía puros del mantra de Krishna ('Hare Krishna, hare Krishna, Krishna Krishna, hare hare. Hare Rama, hare Rama, Rama Rama, hare hare') para limpiar la maldad del mundo materialista. Pero entonces el gerifalte de la secta en Europa todavía no había sido asesinado en medio del escándalo del sexo y el LSD. Ahora los Beatles quizá han muerto del todo. La última voluntad de Harrison fue querer a los demás.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de diciembre de 2001