Llego muy cabreado a la oficina por culpa de la sinrazón del Ayuntamiento en las obras de las calles de la capital. Después de un largo periodo fuera de España, encuentro que Madrid es una ciudad incómoda y peligrosa, no ya por motivos de delincuencia, sino por el grave riesgo físico que supone andar por sus calles.
Madrid está invadida de zanjas y escombros, sin olvidar sus niveles de ruido; la imagen que se proyecta de ella es lamentable. Es un auténtico desastre, y lo lamento porque me gusta vivir en Madrid, aunque soy extremeño. Lo que ello demuestra es el poco respeto que las instituciones y sus cargos tienen hacia el ciudadano. Existe una gran diferencia entre España y el resto de los países de la Unión Europea.
En otro país, por ejemplo, Alemania, los ciudadanos no permitirían este atropello por parte de las autoridades. Exigirían soluciones inmediatas, porque saben que sus representantes municipales van a anteponer el bienestar ciudadano a los intereses económicos. En esta ciudad no ocurre así: el ciudadano se ve obligado a sufrir día a día las consecuencias de una mala gestión. ¿Qué hacen las asociaciones vecinales y partidos políticos por evitarlo? ¿Qué hacemos los ciudadanos? ¿Hasta cuándo, señor alcalde?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de diciembre de 2001