Allá por mayo pasado se aprobó en el Ayuntamiento de Madrid una ordenanza sobre el ruido, que no era más que un parche sumamente insuficiente y parcial ante la tiránica agresividad ambiental y acústica a que se nos tiene cada vez más condenados. Pero tal ordenanza-parche se ha quedado en ordenanza-burla, pues no se aplica y parece que ni siquiera han llegado a promulgarla y, así, no se encuentra en vigor, y si podía servir de algo, aunque fuera poco, pues ni eso.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de diciembre de 2001