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COLUMNA

Cuatro minutos y medio

Si es vergonzoso que la democracia no haya llegado aún a Canal 9, como denuncian los comités de empresa y redacción de RTVV, sería tal vez más escalofriante que hubiera llegado, amordazada y por alguna galería secreta, para ser ejecutada en ese muro de los desperdicios que es Tómbola o en el degolladero de los informativos, donde sólo la lisonja y el peloteo, después de un hábil maquillaje, adquieren apariencia de noticia. Canal 9 ni siquiera es ya una asignatura pendiente de nuestra exprimida autonomía: es una asignatura colgada por el cuello y convertida en fertilizante, para fecundar los intereses de un poder que de dudosamente político, se nos ha revelado, por fin, triunfalmente especulativo.

Un sector de la sociedad valenciana, resignado y permisivo, o indiferente, ha abandonado la parte que le corresponde en un servicio de titularidad pública, y se limita a mantener, con su propio salario, y sin rechistar, el bodrio y sus mezquindades: dirigismo impertinente, manipulación descarada, parrilla de descrédito, productos degradantes y retribuciones a los mercenarios del alambre, en un espectáculo que denigra a unos y otros. Si el Gobierno del PP no sabe, no puede o no quiere solventar esta flagrante situación, habrá que sacudirle en los nudillos, y ponerlo a hacer los deberes con más aplicación y solvencia, que para eso perciben un jornal, que no se merecen. Porque con una televisión así, no sólo se envilece el medio, sino que se debilita la democracia, como ha señalado certeramente Julià Álvaro, representante del comité de redacción de RTVV. Y nuestra democracia ya anda bastante achuchada, como para soportar encima los amiguismos y arbitrariedades de quienes la dirigen. De tanto despropósito, también es cómplice, por desinterés o ausencia de criterios, una oposición que se exhibe incapaz de enderezar la derrota del ente público.

La exigencia de calidad, pluralidad, profesionalidad, independencia y servicio a los ciudadanos y a la democracia, que han formulado desde la experiencia y el conocimiento, los representantes de los trabajadores de RTVV, y su apuesta 'por la creación del Consejo Audiovisual', que garantice una información elaborada sin injerencias políticas, expresado en un manifiesto responsable, merece el mayor respeto y la adhesión a los principios invocados. Ya lo han hecho la Unió de Periodistes, la Agrupació General de Periodistes, la Confederación de CC OO del País Valencià, el Grupo Socialistas-Progressistes y la que aquí queda, ahora.

Desde Zaplana abajo, todo el PP, que pudre Canal 9, debería mirarse en el espejo de su líder. Aznar, después de admitir, por encima de derechos y garantías inalienables, la soberanía de Bush, para mandar al paredón a los sospechosos despojados de toda presunción de inocencia, que los tribunales militares secretos de EE UU declaren culpables, se fue a Nueva York a hacerse una cura de humildad. En un estudio de la CNN, se puso a la cola durante más de una hora, hasta que el periodista Larry King le dio un repaso, desde Los Ángeles. A Aznar, pasmado bajo los focos, sólo le concedieron 4 minutos y medio de cámara. Con la que chupa por aquí. Con la que chupan Zaplana y los suyos en Canal 9. Qué tipo tan perverso ese tal King. Los borda, en 4 minutos y medio.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de diciembre de 2001