Soy profesor de enseñanza secundaria, creo, y para lograr este puesto tuve que aprenderme de pe a pa, entre otras cosas, la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (en lo sucesivo, LOGSE). De las innumerables lindezas que ésta incluye (como, por ejemplo, llamar 'espacio lúdico' a lo que siempre fue el patio; o nominar 'segmento de ocio' al recreo de toda la vida), ninguna resulta tan estimulante y enriquecedora como la que nos obliga a los docentes a inculcar a nuestros alumnos los denominados 'valores transversales', es decir, a fomentar en las aulas la tolerancia, el compañerismo, la igualdad entre los sexos, el espíritu de sacrificio, lucha, superación y denuedo... O sea, los mismos valores (ignoro si transversales o longitudinales) que se prodigan en el último engendro televisivo de La Primera..., que debería dar ejemplo. Y yo me pregunto: ¿para qué desperdiciar tiempo y esfuerzo promoviendo en la clase éstos y otros valores si en tres horas de programa se pueden asimilar todos? Los audaces protagonistas de tan vigoroso espectáculo se han erigido, sin saberlo, en los paladines de esta noble causa que preconiza la LOGSE, se han convertido en todo un ejemplo de bizarría y aplicación para nuestros desmotivados y abúlicos estudiantes. No en vano, ya lo expuso sin ambages, y sin rubor, uno de los sagaces y eruditos miembros del jurado que valoraba las evoluciones de las futuras estrellas: 'En este plató se da la mayor concentración de talento por metro cuadrado de toda España'. ¡Pues ándele, no más! ¿Cabe mayor rigor? Así las cosas, para el próximo curso escolar voy a incluir en mis programaciones de aula la siguiente observación: 'Aquellos alumnos que deseen conocer los valores transversales previstos en la LOGSE, que se traguen, si pueden, todos los capítulos de Operación Triunfo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de diciembre de 2001