El intento de reformar la Universidad mediante la Ley de Ordenación Universitaria (LOU), ley unánimemente rechazada por la comunidad universitaria, ha conseguido que los sectores de la sociedad mejor formados intelectualmente se hayan lanzado a la calle al considerar que se ha hecho a sus espaldas, socava la autonomía de las Universidades y tiende a convertir al estudiantado en cliente, en consonancia con la ideología neoliberal.
En lo que respecta a la enseñanza media, lejos de lo prometido por los defensores de la última reforma iniciada con la LOGSE en los años ochenta, asistimos a un creciente deterioro de la enseñanza pública, siendo los más perjudicados los propios alumnos, cuando se les priva de las condiciones necesarias para aprender y constituirse en sujetos críticos.
Los sectores populares se ven abocados a los centros públicos, mientras las clases medias encuentran más opciones en los centros privados, no concertados y concertados, que con argucias eliminan el alumnado que consideran molesto.
Mientras tanto, determinados representantes de la clase política no tienen ningún empacho en acusar de manipuladores e ignorantes a los que denuncian la situación de la enseñanza pública, al tiempo que demuestran su incapacidad día a día.
Como ejemplo tenemos el caso de que en Sevilla no son ni capaces de retirar, a 25 años de la desaparición de la dictadura, el escudo fascista de las fachadas de institutos públicos, como en el Instituto San Isidoro de Sevilla. Incumpliendo la Ley 33/1981 que recogía la retirada de estos símbolos antes del 5 de octubre de 1984. Toda una señal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de diciembre de 2001