Con gesto abatido, apareció Javier Irureta en la sala de prensa y un periodista español abrió fuego: "¿Qué valoración hace del partido?". Una carcajada general estalló entre los informadores alemanes, la mejor prueba de lo evidente que era la valoración tras el baño del Bayer Leverkusen. Pero lo que todo el mundo había interpretado con total claridad desde fuera del campo, se convirtió en otra visión para las víctimas de la paliza. Lejos de cualquier asomo de autocrítica, Irureta y sus jugadores se escudaron en las más variadas excusas e incluso sostuvieron que "el partido estuvo igualado hasta el primer gol", en palabras repetidas casi miméticamente por el entrenador y el delantero Makaay.
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Un fuera de juego dudoso señalado a Makaay con el marcador 0-0, un supuesto penalti a él mismo, un fallo de marcaje en la falta que dio origen al primer gol alemán... El catálogo de excusas corrió de boca en boca, sin que casi nadie admitiese la evidencia del desastre y de las cinco últimas derrotas fuera de casa, que Irureta trató de minimizar recurriendo de nuevo a la fortaleza del equipo en su propio estadio. "Riazor será nuestra tabla de salvación", se atrevió a vaticinar. El técnico también quiso moderar las expectativas que ha generado la amplia plantilla del equipo. "No es tan fuerte como se ha dicho", comentó, "yo conozco bien nuestras limitaciones físicas. Entre otras cosas, tenemos varios jugadores con más de 30 años".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de diciembre de 2001