El presidente del Gobierno, José María Aznar, ha cambiado en las últimas horas su discurso sobre Oriente Próximo, generalmente más preocupado por los excesos del Gobierno israelí de Ariel Sharon, para cargar en el presidente de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat, el grueso de la responsabilidad sobre la actual escalada en la crisis de Oriente Próximo.
'Es inaceptable que la Autoridad Nacional Palestina no ponga en juego todos los recursos de que dispone para erradicar todos los elementos terroristas que se mueven en su territorio. La respuesta israelí espero que sea contenida y proporcionada', dijo Aznar el lunes por la noche en Praga, poco después de que el presidente de Estados Unidos, George Bush, se manifestara en Washington en el mismo sentido.
Ayer, en Bratislava, donde prosiguió su gira relámpago por cuatro países candidatos al ingreso en la Unión Europea, Aznar reiteró el juicio de la víspera, aunque lo expresó con más moderación. 'Lo importante ahora es moverse en las líneas que marqué ayer', dijo. 'Por un lado, la línea de contención y proporcionalidad del Gobierno israelí. En segundo lugar, la exigencia de cumplimiento de las medidas de seguridad por parte de la Autoridad Palestina. Ésa es la única posibilidad de que pueda haber realmente una mejoría de la situación en Oriente Próximo'.
Solución inmediata
Aznar teme que el explosivo desarrollo del conflicto palestino israelí dé al traste con la coalición internacional antiterrorista y, por ello, pide una solución inmediata. Lo dijo el pasado viernes por la noche, madrugada del sábado en España, durante el discurso que dirigió a la Foreing Policy Association. 'En Oriente Medio se acaba el tiempo de las promesas y empieza el tiempo de los resultados. Será cada vez más difícil mantener opiniones públicas de países favorables a determinadas acciones, si no hay resultados favorables', afirmó.
'Yo pido que se reflexione sobre la extensión de las operaciones sin que se hayan dado pasos definitivos para la resolución del conflicto de Oriente Próximo, porque la complicación de las opiniones en los países árabes sería extraordinaria', añadió. Ayer, en Bratislava, el presidente del Gobierno manifestó que ve pocas posibilidades de que se alcance esa solución. 'No hay ninguna razón para ser optimista, y por lo tanto no lo soy. Al contrario, tenemos serias razones para estar intensamente preocupados. Lo que deseamos es que la situación no empeore', dijo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de diciembre de 2001