Mauricio Pellegrino, defensa argentino de 29 años, demostró ayer en Glasgow que se trata de un futbolista diferente. Dotado de un valor extraordinario. Capaz de lanzar (y marcar) un penalti decisivo en un momento de pesimismo (acababa de fallar su compañero Ayala), después de lo que sucedió el pasado verano: falló en Milán, en la pasada final de la Liga de Campeones, el penalti fatídico ante el Bayern. Ayer erraron, entre otros, Vicente y Larsson, curiosamente los dos mejores del partido. Y después Cañizares le paró dos tiros al mismo hombre: Valgaeren, puesto que el árbitro ordenó repetir la máxima pena al entender que se había movido el portero. Los reservas del Valencia abrazados en el banquillo, esperando los lanzamientos desde los 11 metros, explotaron de alegría con el tanto final de Mista, que supuso, por fin, conjurar el trauma de Milán. También le da a este equipo muy negado para el gol mucha vida para recuperar la autoestima.
CELTIC 1| VALENCIA 0
Celtic: Douglas; Petta (Thompson, m. 83), Valgaeren, Mjallby, Balde; Lambert, Lennon, Moravcik (Sylla, m. 40) (Hartson, m, 110); Petrov; Sutton y Larsson. Valencia: Cañizares; C. Torres (Angloma, m. 46), Djukic, Pellegrino, Ayala, Carboni; Vicente, De los Santos, F. Aurelio (Mista, m. 67); Aimar (Sánchez, m. 83); y Carew. Goles: 1-0. M. 45. Larsson bate con la derecha a Cañizares de tiro cruzado, que entra junto al poste izquierdo. Árbitro: Erik Fisher. Amonestó a Moravcik,Sylla, Aimar, Ayala, Vicente, Angloma, y Mista. Unos 60.000 espectadores en el Celtic Park. La eliminatoria finalizó 1-1 y la tanda de penaltis se desarrolló así: Lambert, gol; Carew, gol. Thompson, gol; Vicente, para Douglas. Larsson, fuera; De los Santos, gol. Petrov, fuera; Sánchez, gol. Sutton, gol; Ayala, para Douglas. Harston, gol; Pellegrino, gol. Valgaeren, para Cañizares. Mista, gol. Total: 5-4 para el Valencia.
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Efectivamente, el bueno era Larsson. El vigente Bota de Oro europeo no adquirió ese título el pasado año por casualidad. De acuerdo en que la liga escocesa es una de las más flojas del continente, pero el delantero sueco colecciona virtudes para triunfar en cualquiera de los grandes clubes del continente: tiene regate, velocidad y, por supuesto, gol. El de ayer fue magnífico. Le cayó un balón esquinado dentro del área y no necesitó nada más: lo envió de primeras a la red, con un toque preciso y tan cruzado que la estirada de Cañizares no fue suficiente para pararlo. Nada que objetar a la ejecución del tanto salvo un pequeño detalle: una retahíla de defensores valencianistas se habían quedado varados muy atrás, tan cerca de Cañizares que rompían el fuera de juego. Ese fue uno de los problemas del cuadro valenciano: acumuló demasiada gente atrás, invitando constantemente a la avalancha del Celtic, empujado por una hinchada extraordinaria. Suena diferente, más compacta y armoniosa. La acústica es distinta a la de los otros estadios del mundo. Pone los pelos de punta. Una afición especial, que aplaude a la hinchada rival cuando anuncian su presencia en megafonía.
El gol, que suponía el empate en la eliminatoria, llegó en tiempo del descuento de la primera parte y resultó muy dañino para el Valencia, que lo había fiado prácticamente todo a su experimentada defensa. A eso y a que Aimar hiciera fortuna en una de sus aventuras en las que normalmente buscaba la compañía de Vicente, pues ambos superaban técnicamente a sus adversarios. Lástima que el notable partido de ambos no estuviera acompañado por Carew, metido como siempre en otra onda, más bien alejada del buen fútbol.
El partido se puso precioso tras el descanso. Durante unos minutos, la entrada de Angloma le dio más frescura al cuadro de Benítez. Vicente y Fabio Aurelio inventaron sendos pases de gol para Aimar, pero éste evidenció que no se trata de un goleador: carece de ese instinto. ¿Quién lo tiene en el Valencia? Pocos. Ese es el problema. Y se supone que Salva, pero estaba en el banquillo.
El choque cayó en la indefinición. Sin claridad en ninguno de los dos. Sin oportunidades. Sin gol. Por momentos, la impotencia valencianista para armar su ataque recordó a la de la pasada final de la Liga de Campeones, en Milán. Y así se llegó a la prórroga, con Carew haciendo de las suyas: frenó con el trasero un pase atrás de Sánchez tras una gran internada de éste por la izquierda. Pareció el Valencia decidido, fugazmente, a ir a por el encuentro y eso le dio espacios al Celtic, o, lo que era peor, a Larsson. Su disparo a bocajarro lo sacó Pellegrino desde la línea de gol. Menos mal que, a la postre, los penaltis arreglaron muchas cosas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de diciembre de 2001