Respeto y admiración parece sentir el dueño de la moto (la pequeña) detenido en seco ante la que, seguro, le gustaría conducir a él. Y conseguir velocidad sin cansarse las piernas. Un lujo. Pero aún tendrán que pasar bastantes años antes de que este pequeño consiga cambiar de montura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de diciembre de 2001