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"Los talibanes están entregando el poder pero no las armas"

Primeros testimonios desde la región de Kandahar tras el fin del régimen

Spin Boldak (provincia de Kandahar)
Los talibanes han cumplido sus promesas a medias. Han entregado el poder en Kandahar, su último feudo, que ayer se repartían entre los distintos grupos de pastunes que combatían contra ellos, pero no han entregado las armas más poderosas que disponían. Han huido con ellas hacia las montañas, según los testimonios recogidos por EL PAÍS en Spin Boldak, a un centenar de kilómetros de Kandahar. Los guerrilleros pastunes sostienen que ya no hay ni rastro de los talibanes en esa ciudad. Mientras, la aviación estadounidense bombardean la región de Tora Bora, donde creen que se esconde Osama Bin Laden, y unos 3.000 guerrilleros antitalibanes peinan esa zona buscando al líder de Al Qaeda.

Los talibanes accedieron a entregar el poder en la ciudad fronteriza de Spin Boldak, pero no sus armas. Y lo mismo ha sucedido en Kandahar, la capital de la provincia afgana. Eso es lo que diversos testimonios confirmaron en Spin Boldak. Tres semanas después de que los talibanes invitaran a un grupo de periodistas extranjeros a visitar esta ciudad clave en la frontera de Afganistán y Pakistán, EL PAÍS volvió a ella y se encontró un panorama totalmente distinto al de entonces. Ayub Noorzai, un seguidor del jefe tribal Gul Aghá, declaraba ayer como resumen de muchos otros testimonios: 'Los talibanes han entregado algunos kaláshnikov, pero se han quedado con las armas más potentes y se las han llevado a la montaña'.

Lo primero que se ve de Afganistán cuando se entra por la carretera de Chamán son las banderas de rojo, negro y verde, los colores del Estado que hasta ahora fue gobernado por los talibanes. El viejo símbolo asociado al antiguo Rey y prohibido durante siete años por los integristas, lo llevan los coches y los camiones, al tiempo que luce en los tejados de las casas. "No es sólo por adorno por lo que se ponen las banderas, sino para que los norteamericanos vean que ya no es territorio talibán y no lo bombardeen", explican.

Y nada más reparar en las banderas, la vista se va por los tejados hacia las armas. "Los talibanes ya se han ido, unos a Pakistán, otros a la montaña y otros se han afeitado las barbas. Y los más de un millar de árabes que había aquí hace sólo cinco días, con sus bigotes cortitos y sus barbas largas, se han esfumado también. Pero ahora el peligro está entre los propios jefes pastunes que lucharon contra los talibanes. Desde hace varios días ha habido luchas entre la gente del comandante Gul Agha y los de Hamid Karzai . Ahora parece que están negociando un acuerdo en Kandahar y han cesado los tiros".

En la carretera hacia Kandahar se podía ver mujeres con burka, muchos hombres con barba y un trasiego incesante de contrabandistas y de comerciantes. Pero encima de los tejados, numerosos afganos sentados al sol, como si estuvieran en la playa, conversaban con la escopeta entre los brazos, y una metralleta con trípode a mano.

Cien metros más adelante, se podían observar escenas semejantes. "Esos que hemos dejado atrás", comentaba un conductor afgano, "eran los hombres de Gul Agha. Y esos que está viendo ahí enfrente son los de Karzai. Si no hay acuerdo entre Karzai y Gul Agha, volverán los tiros".

Viejas batallas

Una vez esfumados los talibanes y los árabes, la provincia de Kandahar ha vuelto por donde solía: a las viejas batallas entre tribus irreconciliables. Las dos tribus mayoritarias de Spin Boldak, los noorzais y los acheckzay, han empuñado sus armas de nuevo. Cada uno busca una cuota mayor de poder. Los noorzais apoyan a Gul Agha y los otros a Karzai. Ambos bandos, con las armas en la mano, a la espera de las conversaciones que mantienen sus jefes en Kandahar.

Janan, soldado de Karzai, declaraba anoche mientras el ruido de los bombarderos B-52 estadounidenses rompía el silencio: "En el margen izquierdo de la carretera están los acheckzay, que apoyan a Karzai. Y en el derecho los noorzay, que respaldan a Gul Agha. Lo que Gul Agha quiere es que Kandahar se rinda a él. Pero Karzai le ha dicho que sólo le concederá el aeropuerto y el pueblo de Tacktapul, a 50 kilómetros de Spin Boldak. Y yo creo que eso es más que suficiente para Agha. Hay una asamblea de jefes pastunes en Kandahar que empezó el viernes para solucionar este conflicto entre las dos tribus. Aún hoy sábado [por ayer] están hablando. Si la shura [asamblea] no llega a buen término, de nuevo empezaremos la guerra".

Por su parte, Ayub, un seguidor de Gul Agha, declaraba. "Yo vengo de Kandahar y puedo decir que la de anoche fue la primera en mucho tiempo sin que cayera una sola bomba de los americanos sobre la ciudad".

En cuanto a sus enfrentamientos con Karzai, el hombre de Gul Agha respondió: "No permitiremos que Karzai tome toda la provincia. Agha ya la gobernaba mucho antes que Karzai. Gul Agha tiene que gobernar de nuevo Kandahar como de hecho lo hacía antes de que llegaran los talibanes".

Ni uno solo de los seis transeúntes cuyos testimonios fueron recogidos en la calle habló mal de los rigoristas talibanes. Sin que se les preguntara por ellos, todos recordaban que los talibanes trajeron la paz y la estabilidad al país. Y cuando se les dio a elegir entre Karzai o Gul Agha, casi todos decían que el mejor sería aquel que trajese de nuevo la paz.

Sin embargo, el camino hacia la paz continúa lleno de obstáculos. "Y aún es posible que cuando cesen los bombardeos, los talibanes regresen de las montañas con sus armas. Si lo hacen, seguro que toman de nuevo el poder, porque no hay nadie más poderosos que ellos en todo Afganistán", señalaba el conductor Abulla Achertzay.

Dos meses después del comienzo de los bombardeos estadounidenses contra Afganistán, el régimen talibán perdió el pasado viernes el control de su último bastión de Kandahar, pero hoy continúa la incertidumbre sobre la suerte de su líder supremo, el mulá Mohamed Omar. La caída de Kandahar, feudo político y religioso del régimen talibán, representa el final de un sistema teocrático único en el mundo contemporáneo.

Incidentes en la frontera

En la madrugada del viernes hubo tiros de armamento pesado en Kandahar, entre los partidarios de Gul Agha y Hamid Karzai, ambos de clanes distintos, pero de la misma tribu. A consecuencia del desorden, unas 150 familias abandonaron Spin Boldak sin apenas pertenencias y llegaron al campamento paquistaní de refugiados de Chamán, según declaró el empleado de la organización benéfica Islamic Relief, Mohamed Niqua. Los vehículos que intentaron pasar el viernes por esta ciudad tuvieron que volver a Pakistán. Y en la frontera, la policía paquistaní había hecho un despliegue de fuerza como nunca antes se había visto. Había sacos de arenas y metralletas en todo el horizonte paquistaní. A los periodistas no se les permitía acercarse a zonas donde todos los días se acercaban para pedir la opinión de quienes llegaban de Kandahar y Spin Boldak. Hubo más pedradas, golpes y amenazas que ningún día por parte de los jóvenes afganos al otro lado de la frontera. 'Por favor, váyanse', decía un policía paquistaní a varios periodistas extranjeros. 'Si les pasa a ustedes algo, mis jefes la pagarán conmigo. Y créanme que nosotros no podemos contener a esa gente. Muchos de ellos son talibanes. Son unos simples niñatos ignorantes, pero pueden hacer mucho daño. Esperen, que dentro de tres o cuatro días podrán entrar todos', manifestó el policía.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de diciembre de 2001

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