El Barça abre un debate cada partido sin cerrar el de la jornada anterior, así que habrá que empezar a preguntar en qué estará pensando Rexach. Hubo un tiempo en que sólo se hablaba del tridente, después el asunto se centró de manera machacona en los extremos, luego se parlamentó acerca de los volantes. Mucha cháchara, cosas intrascendentes al entender de Charly, que trampeó la situación con una defensa de cuatro, Luis Enrique de futbolista universal y el resultadismo como bandera. Y así hasta llegar a Anfield.
El equipo se aflojó después del triunfo en Liverpool. Desde entonces las malas noticias han sido tantas como los resultados adversos. Ya no sólo se ha venido murmurando del extremo derecho, del medio punta y del delantero centro sino de los centrales, los laterales y, desde ayer, del medio centro, punto neurálgico del Barça. Rexach se ha puesto tan nervioso que frente al Celta prescindió de Xavi y dejó a la hinchada ante la misma controversia que en el último año de Guardiola, de manera que el equipo más que crecer ha encogido.
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El discurrir del partido demostró a Rexach que se había equivocado con la alineación y con las sustituciones. No sólo traicionó al ideario barcelonista en una medida oportunista, sino que menospreció a Xavi, falto de liderazgo pero necesitado de confianza y autoridad. Pese a que el marcador le daba la razón desde el arranque, Charly vio que el partido peligraba tanto que varió de plan hasta tres veces, haciendo y deshaciendo cambios, entregándole la pelota al Celta y firmando un empate como mal menor. Quebrado por la mitad y comido por los nervios, al Barça no le alcanzaron ni dos goles de ventaja. Los jugadores han acabado mareados por el entrenador. Ya no sabe cómo jugar el Barça y en cambio cualquier equipo sabe como jugarle.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de diciembre de 2001