Señor director, en números anteriores, EL PAÍS informaba del pacto firmado por la ministra de Sanidad y farmacéuticos con farmacia. En concreto se pueden leer dos artículos escritos por un economista y por un farmacéutico relacionados con la llamada atención farmacéutica que en teoría pretende disminuir el gasto en medicamentos.
Como enferma y como médico me gustaría opinar.
Como enferma quisiera saber dónde queda el derecho a la privacidad e intimidad cuando haya listas de enfermos, enfermedades y tratamientos en manos de la empresa privada.
Como médico me parece magnífico que el farmacéutico con farmacia colabore con la salud pública, ya que recibe muchísimo dinero de los presupuestos de Sanidad (infinitamente más que el mejor y más cualificado de los médicos) y del propio usuario, que paga una parte del fármaco y es justo que hagan algo más que servir medicamentos que ya vienen preparados y envasados de fábrica.
¿Pero por qué no han empezado por lo más fácil que sería no vender medicamentos sin receta? Simplemente con esta medida se reduciría la automedicación y, secundariamente, la factura en farmacia, y de paso controlaríamos el alarmante aumento de resistencias a antibióticos que registramos en nuestro país, por no decir nada de las discusiones y enfrentamientos que nos ahorraríamos médicos y enfermos.
Creo que el tema del gasto en farmacia del sistema público es muy serio, pues se nos va más de un billón de pesetas en medicamentos (y de ahí, el 27% se lo reparten los 20.000 o 30.000 farmacéuticos con farmacia de España) que en muchos casos o no sirven para nada o no son los más indicados.
Sin embargo, no me parece serio que se nos intente convencer de que precisamente la industria y los farmacéuticos van a colaborar bajando sus ganancias. En algún sitio estará la trampa. Es como si les encargáramos a unos grandes almacenes que lucharan contra el consumismo o a una hamburguesería la lucha contra la comida basura.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de diciembre de 2001