En el artículo del diputado Vicenç Villatoro, del pasado lunes titulado El castellano en Cataluña, postula dos afirmaciones básicas. En la primera, el autor está convencido de que el castellano está en Cataluña para quedarse. Es decir que el castellano en Cataluña no es un accidente y que será hablado por futuras generaciones. En la segunda, se postula que la supervivencia del catalán sólo estará garantizada si existe un cambio de estatus jurídico de Cataluña que permita un mayor poder político. A la primera afirmación sólo me gustaría poner de relieve su obviedad. La realidad de Cataluña es que casi la mitad de los ciudadanos catalanes tienen como primera lengua el castellano. Con todo es un giro interesante, en la medida que hasta ahora ese mismo nacionalismo simplemente la ignoraba.
A la segunda afirmación, me permito invitar al autor del artículo y a todos los lectores interesados en este tema, que lean el magnífico ensayo de Albert Branchadell, La hipòtesi de la independència, editado por Empúries. En dicho libro el autor sostiene la tesis contraria, a saber que la independencia de Cataluña no sólo no sería beneficiosa para el proceso de normalización del catalán, sino que incluso podría perjudicar su consolidación. Para ello se basa en unos argumentos de gran solidez, manejando tanto estadísticas de carácter sociolingüístico como normas de derecho internacional que regulan y protegen a las minorías.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de diciembre de 2001