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Un científico español muestra la existencia de una nueva estructura en el núcleo de las células

El estudio revela que el parásito de la enfermedad del sueño sobrevive cambiando su envoltura

Miguel Navarro lleva cinco años estudiando cómo el parásito que causa la enfermedad del sueño, de la que se produce medio millón de casos humanos anuales en África, evita que las defensas del organismo infectado le ataquen y destruyan. Lo hace cambiando toda su envoltura, que es su tarjeta de identidad para el sistema inmune. Al estudiar el mecanismo genético subyacente en esta estrategia, este científico español ha confirmado la existencia de una nueva estructura en el núcleo de las células, que le da a este estudio un interés más amplio.

La causa de la enfermedad del sueño es un protozoo, el Tripanosoma brucei, que se transmite por la mosca tse-tse. Tras pasar por la Universidad Rockefeller de Nueva York, Navarro estuvo en la de Manchester (Reino Unido), donde realizó el trabajo que hoy publica, en portada, la revista Nature. Desde hace unos meses está en el Instituto de Parasitología y Biomedicina López Neyra, del CSIC, en Granada. El trabajo actual, aunque pueda tener en el futuro aplicaciones en el tratamiento de ésta y otras enfermedades de tipo parasitario, es investigación básica.

Navarro, que ayer se encontraba temporalmente en Manchester, explicó en conversación telefónica que la variación de la envoltura de este parásito para eludir las defensas del organismo es uno de los mecanismos genéticos más complejos que se conocen en un organismo patógeno. No se trata de mutaciones genéticas en las proteínas de membrana, como pasa por ejemplo en el virus de sida, sino de la expresión de distintos tipos de una proteína, la VSG. El parásito, que en su forma infectiva se multiplica en la sangre se envuelve en una densa capa de un, y sólo un, tipo de VSG y cuando el organismo infectado ha desarrollado anticuerpos contra ella, entonces cambia de envoltura, al expresar otro tipo de proteína, de las 1.000 de su arsenal de supervivencia, y así evita que el organismo le reconozca. Este cambio lo hace de vez en cuando, sin que se conozca el mecanismo que lo desata. El trabajo de Navarro va mucho más allá, sin embargo: "Hemos utilizado la sencillez de este parásito para demostrar la existencia de una nueva estructura en el núcleo celular que es como una factoría de expresión de genes, donde se concentran las enzimas correspondientes". Aunque se había especulado sobre la existencia de estas estructuras, no se había podido demostrar hasta ahora, y Navarro y Keith Gull , con el que firma el artículo de Nature, creen que es muy posible que existan estas factorías en las células diferenciadas de cualquier organismo (como las de la piel, el hígado y demás), para hacer más eficaz el trabajo de expresión de genes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de diciembre de 2001