Si hace sólo media docena de años se hubiera anunciado una Vuelta sin Pirineos no habría habido duda al calificarla: timo de la estampita, montaña solapada, ruina. Pero eso era entonces. Ayer se anunció la Vuelta 2002, una Vuelta que pasa como muy cerca a 300 kilómetros del gran macizo montañoso, y la gente del ciclismo, los corredores, directores, técnicos y demás, no salió con gesto confundido de la sala. Antes al contrario. Será una Vuelta irreconocible, con pocas de las referencias que tenía hasta hace nada, pero no una Vuelta fiasco.
La Vuelta 2002 será menos montañosa (en teoría) que la del año anterior (tres llegadas en alto menos), pero no menos espectacular. Reaparece el Angliru, el último coloso conocido, después de un año de descanso y de la manga de Enrique Franco, el padre del recorrido, salen otros dos puertos, dos llegadas de terrorífica fama entre los aficionados: la Sierra de la Pandera (en Jaén) y la subida a la estación de la Covatilla (junto a Béjar, Salamanca). Si a ello se añade la conocida llegada a Sierra Nevada (tan pronto como en la quinta etapa), el paso, también andaluz, por las Alpujarras y el paso por las Palomas camino de Ubrique, resultará una ronda que, unánimemente, se ha considerado muy pejiguera. La salida será en Valencia, con una contrarreloj por equipos de exhibición, y terminará en el césped del Bernabéu, donde acabará la última contrarreloj.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de diciembre de 2001