La Cámara de los Lores, gracias a un frente común de lores de los tres grandes partidos británicos, incluido el Laborista, ha infringido a Tony Blair el primer correctivo de la legislatura. El ministro del Interior, David Blunkett, se ha visto obligado a echar agua al vino de la nueva ley antiterrorista para lograr que ésta pase el puntilloso cedazo de los lores. Desaparece la intención de equiparar acoso a la religión con racismo, se suavizan algunos poderes policiales y un comité de sabios analizará la ley dentro de dos años ante el Parlamento.
A cambio de las cesiones, el Gobierno ha logrado lo que más buscaba: la detención indefinida de sospechosos de terrorismo, que no puedan ser expulsados del país, y la inmediata entrada en vigor de la ley, que corría el peligro de verse retrasada por lo menos hasta después de Navidad. En la nueva ley, el Gobierno ha renunciado a equiparar el respeto a la religión con el respeto a todas las razas, porque ponía en peligro la libertad de expresión. Los detenidos indefinidamente tendrán derecho a una primera apelación, aunque en un procedimiento abreviado. Finalmente, la policía accederá a los números de teléfono y direcciones de correo electrónico utilizadas por los sospechosos, pero no a los contenidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de diciembre de 2001