Eso es lo único que se me ocurre sobre las declaraciones que el presidente del Gobierno se ha atrevido a hacer sobre la manifestación en Madrid precisamente en el aniversario de la Constitución.
¿A santo de qué se atreve a calificar de un grupo de escandalosos a la mayor protesta llevada a cabo por profesores y alumnos conjuntamente en toda la historia de nuestra democracia?
¿A santo de qué se atreve a desvirtuar a un grupo político como el PSOE hasta el punto de faltar al respeto a la persona de quienes lo integran (incluyendo a los que lo votan)?
¿A santo de qué se atreve a criticar a Izquierda Unida por ser un grupo aferrado a las protestas de aquellos que se sienten desprotegidos ante el sistema (y si son muchas, tal vez signifique algo)?
¿A santo de qué se atreve a criticar a un grupo de estudiantes y funcionarios que protestan por una ley que todo el mundo considera injusta?
Y sobre todo, ¿a santo de qué se atreve a criticar al pueblo por expresar su malestar y disconformidad ante una ley? Debe de haber olvidado en el día de la Constitución lo que ella significa, y creo que alguien debería recordárselo. El pueblo es soberano, señor Aznar. Ese pueblo del que usted, no sé ni cómo ni por qué, es su presidente, y lo es de los que piensan como usted y de aquellos que no. Aunque no le guste (a nosotros, seguro que no).
Tal vez debería de aprovechar este aniversario para volver a leerla, porque creo que ha olvidado su significado. Llega 25 años tarde.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de diciembre de 2001