Atrevido y tierno, Las Palmas es un equipo impregnado del carácter juvenil de sus futbolistas. Ocioso en menesteres tácticos, creativo en el ataque, emocionado ante sí mismo, entusiasma por el juego vivaz del intermitente Lago, el atrevido Rubén o el desgarbado Jorge. Pero, por su propia inmadurez, Las Palmas resulta vulnerable. Ayer estuvo a punto de perder ante Osasuna, un conjunto sin tanta gracia como punch. Directo y físico, el conjunto navarro sumó a su tradicional juego largo la picardía implacable de Contreras, Armentano y Pipa Gancedo. Y le bastó con un par de balones largos para mortificar a su atribulado rival.
Osasuna llegó al Insular con la intención clara de no perder la agresividad que exhibió hace una semana en El Sadar frente al Valladolid. Desde el primer instante mostró su voluntad de volcarse sobre la portería de Nacho González y ya en el minuto 4 Cruchaga dispuso de la primera ocasión, pero su cabezazo se fue alto.
Las Palmas replicó con un tiro demasiado cruzado de Rubén a pase de Orlando. La reacción, sin embargo, fue tímida. Los de Lotina no cesaban de presionar en todas las líneas y el resultado no tardó demasiado en recoger sus frutos. El gol de Armentano vino a demostrar que el encuentro parecía una final anticipada en la lucha por la permanencia.
El tanto de Osasuna vino en una jugada reiterativa en el primer tiempo. Las Palmas se estiró en su centro del campo y Gancedo recibió el balón con varios metros de terreno libre de rivales. Abrió el juego hacia la derecha, a Izquierdo, y éste centró nada más acercarse el área. Olías y Josico se quedaron mirando el balón y entre los dos centrales se coló Armentano, más listo que el hambre, para hacer un control perfecto y fusilar.
Fernando Vázquez quiso recomponer una alineación que ha traído polémica. Las importantes ausencias del lateral derecho Ángel y el central Schurrer se cubrieron con Edu Alonso y Josico, respectivamente, dos centrocampistas. A los 38 minutos el técnico recompuso el experimento experimentando más: dio entrada al central Sarasúa para ocupar el lateral derecho y el esquema resultante fue un 5-3-2. El ingreso de Tevenet y Sequeiros fue un intento desesperado por ganar poder rematador y empatar. Esto fue posible al borde del tiempo. El autor del gol fue el pertinaz Rubén, que celebró su gesta como un crío.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de diciembre de 2001