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Amigos y discípulos rinden homenaje a Lázaro Carreter por su pasión por la lengua

El Círculo de Lectores nombra socio de honor al autor de 'El dardo en la palabra'

En alguna ocasión Fernando Lázaro Carreter (Zaragoza, 1923) ha dicho con fina ironía que eso de los homenajes y las loas no le hacen mucha gracia porque suena como si uno se hubiera ido ya. Después siempre precisa que está inmensamente agradecido. Anoche, este maestro de filólogos y humanista dijo que la palabra gracias "deja de ser un tópico". El Círculo de Lectores le nombró socio de honor en un acto que reunió a sus amigos y discípulos, a sus compañeros de Academia y a sus lectores, que le agradecieron su sabiduría y su pasión por la lengua.

No faltó casi nadie a la cita con Lázaro Carreter en el Círculo de Lectores. Víctor García de la Concha, su sucesor al frente de la dirección de la Real Academia Española (RAE); Hans Meinke, presidente de la Fundación Círculo de Lectores; académicos como Francisco Rico, Emilio Lledó, Luis Mateo Díez, Luis María Anson, Antonio Mingote, Luis Goytisolo y Gregorio Salvador. Amigos y socios en aventuras editoriales como Germán Sánchez Ruipérez, fundador de Anaya, editorial que tuvo entre sus primeros autores a Lázaro Carreter. "Fui yo quien a principios de los años cincuenta le metió los perros en danza. Le propuse un ciclo de lengua y literatura de bachillerato, luego dirigió la Biblioteca Anaya". Entre los amigos y devotos de Lázaro Carreter se encontraba un futbolista, Emilio Butragueño, que, según contaron, sigue con entusiasmo al autor de El dardo en la palabra.

Víctor García de la Concha actuó de telonero. Empezó diciendo que se sentía honrado de haber sido "un leal colaborador de Lázaro Carreter en los siete años en los que revolucionó nuestra secular institución abriéndola al siglo XXI". De entre los innumerables magisterios del catedrático y académico, García de la Concha destacó uno: "Hizo suyo el programa orteguiano de enseñar deleitando. Logró ser un aristócrata en la plazuela. Descendió de la cátedra y puso a disposición de todos su inmenso saber lingüístico". Resaltó también el espectáculo pedagógico que es El dardo en la palabra (Círculo de Lectores), una obra que desde que salió en 1997 lleva vendidos 300.000 ejemplares. "Este libro", dijo García de la Concha, "ha venido a constituir un género nuevo en la escritura periodística". El director de la RAE mencionó también a Círculo de Lectores. Añadió que hablar de esa editorial era hablar de un círculo de amigos de la palabra y por eso nada hay más lógico que nombrar socio de honor a quien es "el amigo de la palabra por excelencia, el filólogo mayor del reino".

El también académico Francisco Rico tenía el encargo de realizar la laudatio al homenajeado. Pero más que una laudatio, precisó que lo que iba a hacer era una vindicatio. Quería reivindicar el honor de Lázaro Carreter e impedir que lo secuestrara un poco el éxito desbordante, y merecido, de El dardo en la palabra. "Este libro tan hermoso es una porción tan pequeña, aunque no insignificante, pero tan reducida de lo que constituye la obra de Lázaro, que conviene no confundir ese mínimo fragmento con el conjunto de una obra y el valor de una persona. Yo hubiera elegido Rimas categoriadas y acategoriadas, inexplicablemente y lamentablemente menos conocida".

Las imágenes públicas de Fernando Lázaro Carreter parten de un núcleo que contiene tres cualidades, apuntó Rico: perspicacia (para comprender con hondura), inteligencia (para diseccionar lo que se ha percibido) y lucidez (la capacidad para la crítica ponderada y reveladora). "Todo lo que haga Fernando lo hará bien porque nació en Magallón con estas tres cualidades puestas". Lázaro Carreter, que hasta entonces escuchaba serio y solemne las alabanzas, rió hasta ponerse rojo.

El también filólogo e historiador de la literatura Francisco Rico pormenorizó la brillante actividad académica e investigadora de Lázaro Carreter. Destacó Rico que en la historia de la filología española del siglo XX hay tres nombres: Ramón Menéndez Pidal, Dámaso Alonso y Fernando Lázaro Carreter. "Y en su faceta de filólogo, de investigador, Lázaro asumió la modernidad como normalidad. No necesitó coquetear ni introducir el estructuralismo francés, ni el formalismo ruso, ni la semiótica o la hermenéutica... porque llegó a ellos con la normalidad de quien debate".

Lázaro Carreter cerró con emoción contenida el acto. Manifestó que era imposible expresar tanto reconocimiento. Añadió con sorna que estaba asombrado "de las posibilidades de resistir la cantidad de mentiras que se habían dicho, aunque algunas mentiras sean piadosas". Y deleitó a sus admiradores con una brillante travesía histórica por la vinculación entre la literatura castellana y catalana en los últimos ocho siglos.

Humor y disciplina

Lázaro Carreter suele exhibir buen sentido del humor. Cuando llegó al Círculo de Lectores, con el primero que se encontró fue con Francisco Rico. "Hombre, me habían dicho que no estaba usted aún y ha llegado antes que yo". Alguien achacó el retraso a que no había taxis, "claro y los que hay no andan", dijo Lázaro en alusión a los atascos. Miraba vívamente la gran placa donde figuran los socios de honor del Círculo de Lectores: los primeros, los Reyes; después, Mario Vargas Llosa, Günter Grass, Miguel Delibes, Mijaíl Gorbachov y Julio Caro Baroja, entre otros. Después, el homenajeado se sometió disciplinadamente a los flashes. Pasado un minuto, señaló: "Bueno, basta ya, es que si uno no dice nada pueden estar toda la noche tirando carretes". Él pensaba que la sesión de fotos había concluido y se equivocó. Tras charlar con sus colegas de Academia y sus editores, le solicitaron otra vez. Allí estaba su mujer, Ángela Mora a quien pidió que posara también en la foto, pero ella se mostró remolona. "Es que a su edad ya no le gusta salir en las fotos; en cambio, a mí cada día me gusta más".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de diciembre de 2001

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