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Crónica:FÚTBOL | Vuelta de los octavos de final de la Copa del Rey

El peor Rayo se salva en el último suspiro

Por Vallecas, gente avisada, pocos entusiastas del equipo franjirrojo cayeron en la trampa de acercarse ayer al Teresa Rivero. Unos 2.500. Nunca lo olvidarán, a pesar de la victoria gracias a un magnífico gol de Bolo de volea después de casi 180 minutos de eliminatoria. El Rayo les ofreció la mayor cantidad de despropósitos, el completo catálogo de los horrores futbolísticos, en noventa minutos de partido que parecieron varias décadas. Sólo en una oportunidad de Bolo cara a cara con Iñaki, el meta del Ciudad de Murcia, se pareció en algo a un equipo de Primera. Mención especial para Arteaga, que no atinó ni una sola vez a pasar el balón a un compañero, ni consiguió deshacerse nunca del lateral rival, Sánchez. En su descargo y en el de los otros 21 futbolistas que simularon jugar al fútbol, recordar que el terreno de juego, irregular, acababa de deshelarse y estaba blando y húmedo.

El equipo murciano tampoco hizo gran cosa. Esperar y fiarse a la velocidad de Bomba, mucha, y a la habilidad de Raúl y Vidal, bastante. Con esas armas, y la caña de Zárate, el Ciudad de Murcia creó más y mejores ocasiones que el Rayo durante el primer periodo. Raúl, un mediapunta de 19 años, caracoleó por la frontal para dibujar la mejor oportunidad de esos 5 minutos. El balón raso, pero por el centro, lo atrapó Lopetegui. El propio Raúl se quedó sólo ante el meta rayista mediado el segundo periodo, pero se escoró demasiado y disparó flojo.

Visto el desastre, Gregorio Manzano, el técnico rayista, metió a Azkoitia en la banda derecha y a Míchel, que había sustituido a Bolic por lesión, en la mediapunta. Peragón se unió a Bolo en la causa del goleador. El balón no se sintió más cómodo, pero el Rayo tuvo alguna ocasión más. Especialmente a balón parado. La defensa del Ciudad de Murcia defiende bastante mal en los saques de esquina y a punto estuvo el Rayo de aprovecharse. La primera combinación se convirtió en la mejor oportunidad rayista. Míchel estaba en el ajo, por supuesto. Una pared entre Bolo y el propio Míchel acabó en el primer disparo limpio del Rayo... Y ya se había jugado más de una hora de partido.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de diciembre de 2001