Carlos García Sánchez (Madrid, 1978) golpea sus manoplas con fuerza, plas, plas..., y el frío y los nervios se escapan poco a poco con cada golpe. Iker Casillas abandona el césped, expulsado, y se abraza a él. Le cuchichea algo al oído y le da un golpe de ánimo en la espalda. El debú del tercer portero del Madrid, el martes pasado, en partido oficial ante el Nàstic de Tarragona, se produjo en un momento crítico. Quedaban cinco minutos, el público pedía la hora angustiado y al equipo catálán le bastaba marcar un gol para echar al blanco de la Copa del Rey.
Pero Carlos no estaba nervioso. A fin de cuentas, sólo se le pedía que hiciese lo mismo a lo que se acostumbró desde que tenía ocho años en la plaza de su barrio: parar cualquier cosa que se aproximase a los tres palos de la portería. O entre los dos abrigos que hacían, entonces, las veces de postes.
"Es una coincidencia, pero lo que pasó el martes entre Casillas y yo ya nos había sucedido cuando éramos juveniles". Pero en aquella circunstancia fue al revés. Casillas era el guardameta suplente y el expulsado fue Carlos. El protocolo se repitió. Carlos abrazó entonces a Iker, le pidió calma y le deseó suerte. Una suerte, que el tercer portero del Madrid, ese sobrio joven con incipientes entradas en el pelo rubio y que luce el número 27, espera prolongar ahora al menos hasta el partido de Liga que enfrentará al Madrid con el Mallorca el próximo domingo. Carlos será el titular debido a la sanción de Casillas y a la reciente lesión de César en un entrenamiento.
Carlos Sánchez siempre quiso ser portero, aunque ahora curse estudios de económicas "por si acaso". Empezó su carrera bajo las farolas de Leganés y de ahí pasó a un modesto club de esta localidad del extrarradio de Madrid en la que aún reside, el Entrepeñas. Su madre se encargó de inscribir al pequeño Carlos, que tenía sólo nueve años. Así hasta que, ya en edad juvenil, el Madrid se fijó en sus reflejos y lo incorporó a su causa. Una feliz coincidencia: el Madrid quería a Carlos y Carlos quería al Madrid desde que apenas podía caminar.
Esta temporada se incorporó al primer equipo. A los entrenamientos del primer equipo, por lo menos. Porque el caso es que cada fin de semana Carlos regresaba al filial de la Segunda División B para que no se le entumezcan los músculos. "Lo difícil ahora es mantenerse arriba", dice, consciente de que su titularidad es cosa de las casualidades del fútbol. "Voy a jugar en Mallorca, pero sé cuál es mi posición en el equipo". Tan cauteloso es Carlos que incluso se preocupa de poner en cuarentena su cantado debú en la Liga con el Madrid: "De aquí al domingo nunca se sabe lo que puede pasar".
Carlos recibirá la alternativa en el primer equipo por la expulsión de Casillas. Hace seis años fue al revés y fue Casillas, el joven meta de Móstoles, el que debutó como juvenil por una tarjeta roja a Carlos. A Casillas, "una referencia para toda la cantera", no le ha ido mal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de diciembre de 2001