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Reportaje:

Barriola, la sorpresa refrescante

El pelotari de Leitza barre a Eugi en la final del Cuatro y Medio, su primera gran cita

Abel Barriola conocía a cada uno de los 400 seguidores que se desplazaron desde su localidad natal, Leitza, para apoyarle en su primera gran final, la del Cuatro y Medio. Con su juego por pulir y la presión como ancla, su concurso parecía comprometido: el aterrizaje de un recién llegado con aspiraciones de destronar a un superdotado como Eugi. Barriola pudo con todo y consumó la sorpresa (22-10).

La cita debía adornar el sobrecargado palmarés de Patxi Eugi o insuflar aires de renovación a la especialidad. Abel Barriola, que actuaba en su primera gran final, debía asegurar esto último. Su irrupción en la final del Cuatro y Medio constituía en sí un quiebro a la costumbre: 'Es bonito que no estén los de siempre', reflexionaba, feliz de que fuera el suyo el rostro novedoso en la especialidad.

La final se anunciaba desequilabrada por el peso del historial y la categoría de Eugi, en su octava final y con tres txapelas en sus vitrinas. Pero la experiencia nunca ha sido cómplice del pelotari de Aoiz, capaz de alcanzar cualquier extremo en las grandes ocasiones. Tan capaz de arrollar como de ofuscarse, de humillar a Beloki -la otra estrella del mano a mano- como de caer en la desesperación ante Barriola, todavía menos pelotari que él. En esta ocasión, fue menos culpa suya que de las excelentes prestaciones del invitado sorpresa en la final. Barriola entró en el partido con las manos dispuestas y la mente fresca. Se había prometido luchar, no dejarse impresionar por la presión, concentrarse en su pegada y esperar que Eugi sufriera un apagón. Al de Aioz se le fue la luz muy temprano. Todo el frontón Ogueta de Vitoria pudo verle desesperarse, gritar y maldecir cuando apenas se habían jugado tres tantos. Pero se recuperó hata colocarse con ventaja (7-6) en el marcador.

Entonces, ocurrió lo inesperado, lo familiar también: Eugi se perdió, incapaz de responder al juego afilado de su rival, a su capacidad de análisis: siempre supo qué hacer con la pelota. Eugi no. Tenía la pegada fofa, la postura forzada y el gesto crispado. Sus réplicas salían trastabilladas, puro titubeo. Muy fácil para el juego serio de Barriola que endosó a su contrincante un severo parcial de 10 a 0. A esas alturas, todo el frontón sabía que Eugi no reaccionaría para impedir la enorme sorpresa.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de diciembre de 2001