El pasado día 15 fue el día favorito de mi nena Alba, de 9 años. Era la primera vez que había visto nevar y no quería que nada enturbiara tan memorable día. No consentía que nos enfadáramos con ella; al menor amago se ponía a llorar y nos pedía, por favor, que estuviéramos felices: quería recordar ese día como algo muy especial. De repente se abrazó a su madre y se puso a llorar: no quería hacerse mayor. Quería que todo siguiera igual para siempre; se dio cuenta de que cuando fuera mayor nosotros ya no estaríamos con ella. Desgraciadamente, ese mismo temor y la intensidad con que lo sentía nos anunciaba que se está haciendo mayor. Para Alba y para todos los niños del mundo: por muy mayores que seáis guardad para siempre vuestra ilusión de niños, es lo único que nos puede salvar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de diciembre de 2001