Le sobran méritos y reconocimientos a este hostal y restaurante de carretera, que desde hace muchos años atiende a centenares de clientes diarios: el Landa, a las puertas de la ciudad de Burgos. A la amabilidad y profesionalidad de su servicio hay que sumar la confortabilidad de su ambiente y una calidad que sobrevive a las constantes aglomeraciones a que se ve sometido por el flujo de vehículos de la carretera nacional I (Madrid-Burgos). Al margen del restaurante, que se mantiene en una línea media discreta, lo más interesante es su famosa barra. Se trata de un lugar rodeado de pequeñas mesas en las que igual se puede desayunar que merendar, tomar el aperitivo o comer y cenar de una manera más informal a base de raciones diversas. De entre ellas, están bien las croquetas de jamón; resulta también muy agradable el queso manchego en porciones; son suculentos los pepitos de ternera y deliciosos los huevos fritos con morcilla de Burgos, un embutido que también se vende para llevar a casa. Llama la atención la oferta de bollería, bastante cuidada. Los suizos, las caracolas, las pastas y, especialmente, los cruasanes tienen todos ellos una finura poco frecuente. Lo mismo que los canutillos rellenos de crema, un postre insoslayable en una visita al Landa. El café es bueno y las infusiones no decepcionan. Para beber, dispone de una bodega bien pertrechada de marcas.
BARRA DEL HOSTAL LANDA
Nacional I, kilómetro 236. Burgos.
Teléfono: 947 20 63 43.
No cierra.
Precio: entre 15 y 21 euros
(entre 2.500 y 3.500 pesetas).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 28 de diciembre de 2001