Vaya por dios, hombre, mira tú, que lo pone en el periódico, oye, que es que el sentido común y el respeto a la historia se han impuesto finalmente en el Ayuntamiento de Granada y tras dos años de torpeza y error, el equipo municipal de gobierno ha renunciado a los cambios que había introducido en la conmemoración del Día de la Toma para regresar a un ritual más tradicional, con la presencia activa del Ejército -eso dice: activa; que no es por malmeter y volver a liarla, pero que quizá mejor que sea pasiva la presencia esa, vayamos a que le den a alguien-, y la supresión de la lectura del manifiesto por la tolerancia -que de todos modos no se oía, ahogado por el clamor de insultos de los intolerantes-. Lo cual que los trece corporativos del PP se felicitan por la rectificación y volverán a estar de cuerpo presente en los actos del 2 de enero y tremolarán lo que sea menester tremolar. Ah, y toda la Corporación y una comitiva de maceros, porteros y pajes, cuesta arriba para visitar la Alhambra y rendir el homenaje que merece el legado de la cultura cuya expulsión violenta se conmemora. Y no se va a más sitios porque no da tiempo, que si no se iban a enterar los judíos y los gitanos.
'No van a más sitios porque no hay más tiempo, que si no se iban a enterar los judíos'
'Se apela a la sensibilidad municipal para que organice un acto más conciliador'
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Tras el periodo de ofuscación vivido y felizmente superado, el alcalde de la ciudad no considera que haya habido una rectificación en este asunto del ceremonial, sino una adecuación -ciertamente no es lo mismo, las cosas como son- buscando equilibrar el reconocimiento a la gesta de los Reyes Católicos y a la herencia musulmana, lo que permitirá que los defensores de una y otra tradición puedan encontrarse perfectamente identificados; eso es lo que ha dicho el alcalde. Y lo que son las cosas, oye, fíjate, que como un cuarto de hora o veinte minutos antes de que se lanzara a adecuar, la otra tradición, la de las comunidades musulmanas de la ciudad, había emitido un comunicado felicitándole a él y a los partidos que gobiernan en el Ayuntamiento por los cambios realizados pese a las presiones a las que han estado sometidos uno y otros; cambios atribuídos a la reflexión de una sociedad cada vez más concienciada en la solidaridad, la igualdad y la convivencia.
Sí que es mala suerte, caramba; porque es que resulta que la situación anterior, aquella a la que se ha vuelto adecuadamente, le parecía a ésta tradición un desencuentro y un grave obstáculo a la convivencia en cuanto vulnera el principio constitucional de igualdad de todos los españoles sea cual sea su credo o raza.
También la lleva clara la minoría minoritaria que sedujo al llamado tripartito y obnubiló sus entendederas; esos eunucos mentales que redactaron un manifiesto que nadie ha leído pero en el que todo el mundo depone o se cisca sin haberlo leído, vayamos a tonterías, y que decía, cucheusté la barbarie, que se apelaba a la sensibilidad democrática del Ayuntamiento para que organice un acto integrador, inspirado en los principios de convivencia y respeto a las minorías, en el que nadie se sienta agraviado y excluido. Un texto que suscribían Roger Garaudy, Antonio Gala, Paco Martínmorales, Juan Goytisolo, Carlos Cano, Amín Maalouf, Miguel Ríos, Yehudi Menuhim, Ian Gibson o José Saramago, por citar sólo a gente que no tiene otra cosa que hacer y que, o está muerta, o vive en el extranjero -por no dar ideas a los profesionales del anónimo, o que al menos les cueste una pasta-.
Y, en fin, que dice el periódico que todo es alborozo en una ciudad que lo único que deseaba era volver a un ceremonial tradicional como el que se venía produciendo desde hace cinco siglos. Y, añado, por los siglos de los siglos, amén.
Andrés Sopeña es escritor y pertenece al Manifiesto 2 de Enero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 30 de diciembre de 2001