Ocurrió la noche del sábado en el centro de la capital de Perú, Lima, por una simple chispa. Resultado: 289 muertos, contados hasta la noche del domingo. En los últimos días, la policía peruana había decomisado tres toneladas de peligrosísimos artefactos pirotécnicos. Sólo el 0,3% del que circulaba. No es sorprendente que una parte de las 1.097 toneladas ilícitas que continuaban almacenadas en tiendas sin ninguna seguridad estallara al menor descuido. Un chocolate, un artefacto explosivo que cuesta menos de 200 pesetas, fue la chispa que desencadenó la catástrofe.
Un comprador no identificado adquiere un chocolate, por el que paga menos de un dólar (185 pesetas). Se trata de un artefacto importado que, al ser detonado, produce chispa y el sonido de un disparo de una pistola calibre 22. Eran las 6.30 de la tarde del sábado en Lima [1.30 de la madrugada del domingo en España]. El centro comercial ubicado en el jirón Andahuaylas, en pleno centro, estaba atestado de gente, a dos días del fin del año 2001.
La mayoría de limeños tradicionalmente espera la medianoche del 31 de diciembre para detonar este material. La chispa del chocolate alcanzó con rapidez al resto de productos pirotécnicos (ratas blancas, cohetes, cohetecillos y luces de bengala), que se vendían libremente, aunque están prohibidos, en los locales del centro de Lima. Se trata de productos elaborados con pólvora, carbón, azufre, nitrato de amonio, polvo de aluminio, mechas y denotantes. Por miles habían sido almacenados en los centros comerciales de Mesa Redonda, la zona afectada.
En cuestión de minutos, explosiones en cadena desataron el peor incendio que se recuerda en Lima en los últimos 40 años. Gritos de dolor, desesperación, angustia, de temor a perderlo todo, se apoderaron de los comerciantes y compradores de las tiendas, levantadas en edificios de varios pisos en calles angostas.
Mientras el incendio devoraba todo lo que encontraba a su paso, la mayoría pugnaba por huir. Algunos incluso se arrojaron por las ventanas. Otros, sin embargo, trataban de salvar algo de mercadería e, inconscientes de la dimensión de la tragedia, decidieron encerrarse en sus tiendas. Al día siguiente se encontraron sus cadáveres calcinados, aferrados a la ropa que vendían. Las calles tenían un insoportable olor a carne quemada. Decenas de cadáveres estaban tirados en las veredas.
A la media hora de iniciado el incendio, unos 500 bomberos llegaron en 40 unidades para intentar controlarlo. Lo mismo hizo la policía. La falta de agua de los sistemas de extinción de incendios de la ciudad impidió su labor. Otro agravante fue el hecho de que las víctimas no tuvieron a la vista salidas de emergencia.
Investigaciones preliminares indican que se registraron cerca de 70 focos de incendio. Los bomberos y fuerzas policiales intentaron rescatar a unas 1.500 personas, entre residentes del lugar y comerciantes y clientes de la zona comercial.
Una de las escenas más dramáticas la protagonizaron unas 30 personas atrapadas en la parte alta de un edificio, en la galería Super Plástico, donde los primeros pisos ya estaban consumidos por las llamas. La intervención de los bomberos permitió salvarlas.
Se necesitaron siete horas para lograr controlar el fuego, pero durará varias semanas hasta conseguir la remoción de los escombros. Aún no ha conluido el rescate de los cadáveres y la plena identificación de las víctimas.
El presidente de Perú, Alejandro Toledo, asumió ayer la dirección de las tareas de apoyo a los damnificados. Toledo ofreció de todo: un avión fletado para traer las medicinas que hagan falta, entierros gratuitos y un terreno gratuito para la reubicación de todos los damnificados. "Esto no puede volver a repetirse. Se aplicarán sanciones drásticas para aquellos que producen o importan artefactos. Vamos a implementar medidas drásticas", dijo Toledo.
Por su parte, el ministro del Interior, Fernando Rospigliosi,facilitó un dato que explica todo: había 1.100 toneladas de artefactos pirotécnicos en circulación. La importación de estos materiales está prohibida desde el año 1995.
Los Reyes de España y el Gobierno español manifestaron ayer su conmoción "en nombre de todo el pueblo español "por "el trágico incendio" y expresaron sus condolencias a los familiares y amigos de las víctimas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 31 de diciembre de 2001